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¿Qué otra cosa puede esperarse de gaznápiros como Dechard y De Gautet? ¡Ojalá hubiera estado yo allí! ¿Y el Duque se mezcla en el asunto? No es eso precisamente. Quien quiere mezclarse soy yo. ¿Y ella prefiere al Duque? ¡, la tonta! Pues bien, ya conoce usted mi plan, y piénselo dijo; e inclinándose, espoleó su caballo y partió en seguimiento del fúnebre cortejo.

Y haciendo con los dedos pulgar é índice una perfecta rosquilla, se la presentó á Isidora, y prosiguió así: «No si podré disponer de los tres mil reales en el momento. De todos modos, me parece que podrían ustedes arreglarse con menos. Piénselo bien, y ajuste sus cuentas.

Pero aun siendo el amor la cosa más sublime que existe sobre la tierra, ¿no hay nada ya fuera de él? ¿Acaso no valen nada el arte, la ciencia, la política y tantas y tantas manifestaciones de la actividad humana en que se cifran las mas nobles ambiciones? » , Amaury, piénselo bien.

Por las frases amargas que a menudo dejaba escapar se suponía que no eran muchos, y por el cuidado con que ocultaba su domicilio y evitaba el hablar de su familia calculaban que debían de ser bien humildes. Señor Moreno, yo no pensaba... ¡Piénselo usted todo, amigo Sánchez, piénselo usted todo! exclamó el joven con un gesto de resolución desesperada.

Pues, ¿y la apuesta? Para usted el trono y la beldad que desde allí nos mira; para una recompensa suficiente y... la gratitud del Rey. Es usted el mismo demonio, señor de Henzar le dije. Bueno, usted piénselo y tenga en cuenta también que no deja de costarme duro esfuerzo eso de ceder así tan fácilmente la muchacha aquella y su insolente mirada volvió a fijarse en Flavia.

En mi opinión, lo esencial es que riñan; y después dirigir bien a esa criatura. ¿Quiere Vd. encargarse de ello? Piense usted que se trata de una verdadera obra de caridad y que, además, las Hijas de la Salve no olvidarán lo que Vd. haga por ellas. Yo no hago nada interesadamente. Me lo figuro; pero toda buena obra trae consigo su recompensa. En fin, piénselo usted.

Que no los puede ver ni pintados. Lo creo... ¡Valientes pillos! Sin embargo, dígame usted: ¿No volvería a tener amistad con alguno de ellos, si la solicitara? Con ninguno... dijo Fortunata. ¿De veras? Piénselo usted bien. Fortunata lo pensó, y al cabo de un ratito, la lealtad y buena fe con que se confesaba mostráronse en esta declaración: «Con uno... qué yo... Pero no puede ser».

Piénselo bien, piénselo bien; pregúnteselo a la almohada, compañero... Yo creo que cuando usted madure la idea... Me parece que aunque la estuviera madurando diez años... En estas cosas hay que poner algo de caridad; no se puede proceder con simple criterio de justicia. Convendría que usted hablase con ella... ¡Yo!... pero D. Evaristo... , no me vuelvo atrás.

No le propongo un negocio deshonroso; le pido solamente que me reconozca como hijo suyo. Y yo le ofrezco cien mil francos en dinero contante y sonante, además de una renta vitalicia de seis mil francos. ¡Piénselo...! EL SE

Fortunata frunció el ceño, y sin levantar las miradas del suelo, doblaba y desdoblaba un pico del delantal. Eso no tiene vuelta de hoja, compañera. O a casa con su marido, o a la calle con Juan, Pedro y Diego, a ver si sale algún primo con quien ir tirando. De este camino malo parten varios senderos, y no todos concluyen en el hospital y en la abyección. De modo que piénselo usted.