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El Capitan de aquí presto saliendo Penoso, por no haberle indio parado, Sus balsas y su gente recogiendo, A Añanguazú acomete, indio afamado. Los indios son valientes, y al estruendo Salieron con esfuerzo denodado, Y siendo preguntados ¿porque huyen:? Con la razon del uno así concluyen.

Las personas muy rutinarias y ordenadas que se acostumbran a las dulzuras tranquilas del método en la vida, concluyen, abusando en cierto modo de la regularidad, por someter al casillero del tiempo, no sólo las ocupaciones, sino los actos y funciones del espíritu y aun del cuerpo que parecen más rebeldes al régimen de las horas.

En tomando asiento los indios, que todos dan la cara a la plaza, vienen las mujeres e hijas de los convidados, cada una con un plato de barro grande; llega y lo pone debajo de la mesa, a los pies del padre o marido, y se retira un poco, manteniéndose en pie, frente de su marido, todo el tiempo que dura la comida, la que van sirviendo algunos indios, que traen a cada convidado un plato de buen porte colmado de comida, del que come un poco o hace que come, y luego lo desocupa en el plato que tiene a sus pies; da el plato vacío, y se lo vuelven a traer lleno de otra cosa o de la misma, y hace lo mismo que con el primero; y así continúan hasta que concluyen.

Continuóse por algunos días con singularísimas demostraciones de gozo en toda la Ciudad la función sagrada de bautizar a todos, sin quedar, ni de los que estaban en la cárcel, ni de los que se habían hecho al monte fugitivos, ni de los que por otros accidentes se hallaban ausentes de la Ciudad, Judío alguno, que no se bautizara: de manera que quemados los Talmudes y otros libros y alhajas de la sinagoga, concluyen dichas memorias con afirmar, que ahora ya ni hay judería, ni Judíos, pues todos se han hecho Cristianos; por donde dice el Ilustrísimo Obispo: Podemos decir con ellos, lo que aquel Santo Varón Simeon dijo teniendo en sus manos al Redentor de la vida, prometido en la ley y anunciado por los Profetas, que había de venir, para la salud del mundo: hoy enviais Señor en paz a vuestro siervo; pues han visto mis ojos vuestra salud, y la lumbre, y la Gloria de vuestro pueblo Cristiano.

Esta poesía ligera, con que concluyen las composiciones de Encina y las de casi todos los poetas posteriores, patentiza especialmente la influencia que los usos religiosos tuvieron en el desarrollo del drama, puesto que hacía largo tiempo que era costumbre de sacristanes y acólitos cantarlas en diversas fiestas de la Iglesia.

No consentía que se hiciera pausa en nuestra conversación. Me acordé entonces de la sonrisa de Villa cuando le hablé de ella y empecé a explicármela. Observando mi distracción, me dijo: ¿Qué es eso? ¿Repara usted en la seriedad de Villa? Siempre le pasa igual. En cuanto llega Isabel, concluyen las guasitas. Se queda con una cara larga, larga, que da pena mirársela...¡Pobrecillo!

A esta grandísima ... le da ahora por los bebés murmuró rechinando los dientes . Todas las perdidas concluyen por estas extravagancias. Pensó en dirigirse al joven y provocarle. No tardó en persuadirse de que este paso sería para él desastroso. ¿Qué iba ganando en ello? Absolutamente nada porque Clementina le detestaría.

Cada generación que perece precede á otra diferente, que á su vez, da impulso á otras. Los pueblos se mezclan unos á otros como los arroyos entre y los ríos con los ríos; tarde ó temprano no formarán más que una sola nación; lo mismo que todas las aguas de una misma cuenca, concluyen por confundirse en un mismo río.

Hay, entre otros, un zapatero, que goza en este sentido de grande autoridad, de suerte que los poetas, después que concluyen sus composiciones, se las presentan para congraciarse su favor. Léenselas, y tienen que oir mil necedades del zapatero; y cuando se representan por vez primera, todos los espectadores fijan sus miradas en los ojos del pobre diablo.

Fortunata frunció el ceño, y sin levantar las miradas del suelo, doblaba y desdoblaba un pico del delantal. Eso no tiene vuelta de hoja, compañera. O a casa con su marido, o a la calle con Juan, Pedro y Diego, a ver si sale algún primo con quien ir tirando. De este camino malo parten varios senderos, y no todos concluyen en el hospital y en la abyección. De modo que piénselo usted.