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Atravesando el monte Rodope, bajaron á los campos de Macedonia cerca de ocho mil hombres de servicio entre todas las naciones; bastante ejercito para cualquier grande empresa, si los animos estuvieran unidos, y la muerte de Berenguer no hubiera hecho odioso á Rocafort, aun á sus propios amigos, porque desde entonces él se desvaneció y ellos se ofendieron; al fin del otoño se hallaron en medio de la provincia de Macedonia los pueblos enemigos poderosos y aun no maltratados con la guerra, pero los daños de Thracia su provincia más vecina, les sirvió de escarmiento, para prevenirse dentro de las Ciudades, y recoger los frutos de la campaña.

Pero sin duda que las crueldades de los Griegos excedieron sin comparacion á las que hicieron los Catalanes, porque nunca violaron el derecho de las gentes, ni ofendieron á sus enemigos de bajo de palabra, ni seguro; aunque en otras cosas los nuestros anduvieron muy sobrados, y no guardaron las leyes de una guerra justa; pero la ocasion de esto fué no quererlas guardar los Griegos, con que quedan bastantemente disculpados los Catalanes y Aragoneses en esta parte, pues forzosamente la guerra se hubo de hacer con igualdad.

Pues yo le he visto rondando esta calle. , señora, le he visto. No me lo niegues. ¡ tienes tratos con él, le has hablado, le has dado cita aquí!... Clara no había visto nunca á Elías tan encolerizado contra ella. Las inculpaciones que le hacía ofendieron tanto su inocencia, que en aquel momento sintió lo que nunca había sentido: una secreta aversión hacia aquel hombre.

12 Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos, oyendo esta palabra, se ofendieron? 13 Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. 14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en un hoyo. 15 Y respondiendo Pedro, le dijo: Decláranos esta parábola.

Las últimas palabras ofendieron al marqués; pero Elena, dándose cuenta de esto, cambió rápidamente de actitud, aproximándose á él para poner las manos en sus hombros. ¿Por qué no le escribes á la vieja?... Tal vez pueda enviarnos ese dinero vendiendo alguna antigualla de tu caserón paternal. El tono irrespetuoso de tales palabras acrecentó el mal humor del marido.

El tal coronel, llamado D. Jaime, había salido del cuerpo por un asunto de honor en que el suyo no había quedado bien parado; tuvo algunas palabras con otro oficial de ingenieros, nombráronse los padrinos, y cuando llegó la ocasión de formalizarse el desafío, nuestro D. Jaime se achicó y dio toda clase de satisfacciones; los artilleros se ofendieron mucho con esta conducta, dejaron de saludarle, y el coronel al cabo se vio obligado a pedir la absoluta.

Echose ambos puños a los cabellos y se los mesó con tan repentina furia, que algunos, arrancados, cayeron retorciéndose como negros viboreznos sobre el emboce de la cama.... Las uñas, desatentadas, recorrieron el contraído semblante y lo arañaron y ofendieron.... Lárgate, que me voy a levantar dijo por fin a Chinto , a ver si reúno gente y quemo aquella maldita madriguera de los de Sobrado.

Centenarias hayas que prestan su sombra Al lecho por donde juegas en ondas Te sirven de templo Y de corona, las hojas secas de otoño y el verde musgo. La vieja pila de mármol ha sido destrozada Pero , siempre generosa Devuelves bien por mal a los que te ofendieron Ofreciéndoles la frescura de tus aguas, limpias como el cristal.