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Siguió a pie hasta la plaza del Ángel, y allí detuvo un coche de punto y se metió en él. Eran más de las seis. Hacía una hora que estaban encendidas las luces de los comercios. Ocultóse cuanto pudo en un rincón y dejó vagar su mirada distraída sin curiosidad por las calles que iba atravesando.

Sobrevino la justicia; ocultose el suceso a mi madre, que fuera impío decirla recién parida que se había quedado viuda y con aquellas apariencias; el mundo no juzga más allá de lo que se ve en la superficie, y todos echaron a la peor parte lo que había acontecido, y díjose, porque así lo creyeron, que mi padre, enamorado de la hermosura de Lisarda, secretamente se había venido de Nápoles, y con Lisarda se veía en secreto, y que tal vez algún otro enamorado, celoso de Lisarda, las dos muertes había hecho.

De nuevo volvió a aparecer en lo alto y otra vez tornó a ocultarse, mirando resbalar por delante de una legión presurosa de nubes de todas formas y tamaños que volaban a regiones desconocidas. En el espacio de media hora presentose y ocultose un número incalculable de veces, ofreciéndose a los ojos de los viajeros como un navío presto a sumergirse en aquel océano inquieto y tenebroso.

Las brujas realizaban sus conjuros y adobaban sus ungüentos a favor de aquella lumbre maléfica, que desconcertaba las potencias y parecía atraer la sangre del hombre. Un pájaro invisible graznó en los aires, a su izquierda. ¡Sería una corneja! Al acercarse al barranco, en cuya escarpa se abría la secreta abertura, Ramiro ocultose tras el tronco de una encina para otear el contorno.

Ella levantó la cabeza y fijó en la que así hablaba una mirada hosca, medrosa, que no parecía tener conciencia de la realidad y reflejaba como en dos vidrios profundos todos los asombros y todas las agonías... Reconoció al fin a la marquesa de Villasis, y el rostro de la pecadora, rojo de vergüenza por primera vez en su vida, ocultóse en el casto pecho de la mujer fuerte, balbuceando entre sollozos: ¡, !... Adonde no me vea nadie... A Chamartín con mi hija...

Jacobo procuraba abrirse paso a través del gentío, arrimándose a la escalerilla de la iglesia; mas detúvose de pronto sorprendido y ocultóse al punto como asustado, detrás de unos mascarones, cubiertos con pingajientas colchas de zaraza atadas por la cabeza, que saltaban delante de él medio borrachos.

Se arrimó á una empalizada y se puso á rumiar sus desengaños, cuando oyó cerca rumor de conversación. Las ventanas del salón de tablas donde la boda se celebraba abrían hacia aquel sitio. Ocultóse en la sombra y acercóse cuanto pudo á ellas para escuchar, no tanto por curiosidad como por la esperanza de percibir la voz de su adorada.