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No, no negáis... Será bien que vayáis vos en persona: en vez de negar, afectaréis como que la hacéis una gran confianza, y la diréis: su majestad es muy grave, muy cuidadoso de su decoro; su majestad no quiere que nadie, ni vos misma, sepáis que os ama... que os visita... Su majestad vendrá á veros, y le recibiréis sin luz: debéis ser muy prudente, y en las visitas que su majestad os haga, no indicar ni por asomo que le conocéis.

¡Ah, os negáis! No quiero ayudar á que os sacrifiquen. ¡Don Juan!... ¿Por qué me llamáis don Juan? Por... ¡por qué yo! ¿pero esto qué importa? Mucho... acaso el ser yo sobrino del cocinero del rey... Eso no importa nada... ¿Y si fuera peor? ¿si yo fuera un bastardo?... ¡Cómo! ¿sabéis?... ¿Y qué he de saber? ¿que soy hijo del duque?... Del gran duque de Osuna, y...

Si nombráis a Dios, llamadle por su nombre, y no con los que están hoy de moda, Ser Supremo, Suprema Inteligencia, Moderador del Universo y otros de este jaez. ¡Cómo, señora tía! exclamó Rafael , ¿negáis a Dios sus poderes y sus prerrogativas? No por cierto respondió la marquesa ; pero en el nombre Dios se encierra todo. Buscar otros más altisonantes es lo mismo que platear el oro.

Si os negáis á ello, será prudente prenderos: sabéis secretos demasiado graves. Contad enteramente conmigo, señor. No, no soy yo quien cuento con vos, sino la Inquisición, siempre justa, siempre previsora. Por ejemplo: habéis descubierto que su majestad la reina ama á... vuestro sobrino postizo... observad... observad... vos por vuestro empleo en palacio, podéis... No si puedo mucho.

No he podido dormir, Quevedo dijo el joven. Dichosa edad en que el amor desvela; ¿y no ha tenido parte en vuestro desvelo el lance de anoche? ¿Cuál de ellos? Quevedo marcó con el brazo una estocada. ¡Ah! ¡no! Pues sabed que Lerma lo sabe. Me importa poco. Que os pueden encerrar. Me importa menos. Que os puede suceder algo que negro sea. Sucédame en buena hora. No negáis la pinta. ¿Qué pinta?

Lo que no me explico es la desfachatez con que negáis haber recogido a vuestra hija. ¿Y decís que esto no me importa? Ya veréis si me importa o no.

Pues no quiero ir. Tengo orden de presentaros, si os negáis, esta otra carta. El cocinero la tomó y la abrió. «De orden del rey decía y bajo vuestro cargo y riesgo, y pena de traición, seguiréis al portador. El duque de LermaVamos dijo el cocinero de su majestad, envainando su espada, arreglándose de una manera iracunda el cuello de la capa y arrojando una mirada desesperada á la hornilla.

Mathys la miraba con expresión de alegría y de triunfo. El, que era ya viejo, conseguiría por mujer una criatura hermosa, buena y que se sonrojaba como un niño a la primera palabra que pudiera rozar su rubor. Respetó un momento su silencio y preguntó: ¿No me decís nada, Marta? ¿Me negáis la palabra que ha de hacerme feliz?

Una noche llevaráselo la garduña. Unicornios. No tengo gato, no; ni gato ni liebre. Engañasvos. Vivo por el amor de Dios y de las buenas almas. Todos me robaron, y vosotros también, manguanes, que me pedís cosas emprestadas y luego me negáis los réditos.... En esto, como inflado navío de aparejo redondo, un navío de ensueño, aporta Apolonio en el grupo. La tempestad de los viejos se encalma.

¿Pero cómo he de poder decirle lo que no es cierto? ¿Seríais capaz de hacerlo vos, sabiendo que estabais leguas al norte del camino?... ¡Oh, me aburrís con vuestros sermones! ¿Os negáis? Pues yo lo que debo hacer. No os ofendáis, por favor. Pensad en lo que me pedís.... Pero aquí está vuestro noble padre. Estadme atento y veréis si soy ó no buena discípula vuestra.