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Don Alonso se hallaba en Madrid y su hija había quedado con las dueñas, las cuales le mandaban llamar a toda prisa para que dirigiera a los gañanes en la caza del mastín. Ramiro tuvo un deslumbramiento súbito. Acordose de los caballeros donceles que en las historias descabezaban endriagos, vestiglos y fieros leones, redimiendo princesas, desbaratando encantamientos y maleficios.

Los prodigios mencionados en estas novenas cuadran muy bien con los encantamientos, magias y sortilegios de los primitivos filipinos que invocaban la propiciación de sus divinidades gentílicas, por medio de ceremonias, sacrificios, maleficios y conjuros ejecutados por sus mangkukulam, babailanas y otros prestidigitadores, sacerdotes, curanderos, hechiceros y adivinos que refieren y enumeran las antiguas crónicas escritas por los misioneros en Filipinas.

Y con gemidos Decía: no conviene consintamos Aquestos maleficios conocidos; Y todas al prelado defendamos. Que mas vale morir honrosa muerte, Que un mal disimular de aquesta suerte.

Quijano hacía de tripas corazón. Le llevábamos al campo del honor, donde con mucho miedo, pero con tesón muy grande, apuntaba al pecho de su contrario; mas como las pistolas estaban cargadas con sal, no pasaba nada... Lo extraño es que siendo medianamente instruido, creyese en influencias de las estrellas, en barruntos y aun en maleficios.

Naturalmente contra las partículas de poder diabólico en los sortilegios, daños, encantamientos y maleficios, bastaban las partículas de poder divino contenidas en las bendiciones, el bautismo, las reliquias y escapularios, o el puño en cruz; como basta el puño en cuernos contra la jettatura o el catorce contra el trece.

Pepita recordaba sus terrores de la niñez, cuando su aña, para imponerla silencio, la amenazaba con llamar á la Dama de Amboto, especie de hada maléfica, hija de un Jaun, de un caudillo legendario, que vivía como encantada en lo alto del peñasco y únicamente salía de su cueva para quemar las mieses, matar niños y perseguir á los pobres aldeanos con toda clase de maleficios.

En Sevilla hay lo que llaman flamasones, hombres malos que se juntan de noche para hacer maleficios y brujerías. ¿Qué estás diciendo? No hay tales maleficios. Mi amo iba también a esas Juntas, y cuando su mujer se lo echaba en cara, respondía que los que allí iban entraban al modo de filósofos y no hacían mal a nadie.

Su elocuencia trocose en mutismo; su antigua arrogancia, en el más profundo convencimiento de la propia indignidad; su exaltado amor a la vida, en el desvío total de todo goce, de todo triunfo. ¿Hacia qué corredor lleno de celadas había enderezado sus pasos? ¿Qué escalera de maleficios habíase puesto a descender a la vejez?

Varios de los personajes creian, al oirla hablar con cordura algunas veces, si la querida de su esposo habria usado de algunos maleficios para hacerla padecer tan terriblemente. ¡Qué credulidad la de aquella época!

En fe de esto, el mantener tantas qüestiones sobre maleficios, pactos implícitos y sus efectos, como hay en las Sumas de Moral, ¿puede servir para otra cosa, que para fomentar vanas opiniones, y radicarlas en el Pueblo, de donde de todo punto se debieran desterrar?