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Concluídos los Padre-nuestros, D. Álvaro se hincaba de rodillas en el suelo, y las mujeres se levantaban para hincarse también, con un rozamiento de enaguas que infundía siempre en el corazón de Laura la especial satisfacción que proporciona una tarea concluída. El rosario iba á terminarse.

Lucía se apretaba el corazón con las manos, se hincaba las uñas en el pecho.... Uno de los golpes recibidos le dolía mucho; era en la clavícula, y parecíale como si tuviese allí un tornillo que le retorciera los músculos para que estallasen.

Mira qué caso le hace Juan. En efecto, el alguacil a cada vuelta en redondo que daba el alcalde, se llevaba el dedo pulgar a la boca y hacía la seña de empinar. Don Roque prefería encontrar a un barrendero o picapedrero en el ejercicio de sus funciones. Se acercaba a él cautelosamente por detrás, y le hincaba sus dedazos en el cuello.

¡Se va jaciendo! ¿Y el honor, señor de Santa Cruz?... Y otra vez hincaba la barba en el pecho, mirando con los ojos medio escondidos en el casco, y cerrándolos de súbito, como los toros que bajan el testuz para acometer. Las carúnculas del cuello se le inyectaban de tal modo, que casi eclipsaban el rojo de la corbata.

Quién hincaba el diente en el novio, hambrón madrileño, con mucho aparato y sin un ochavo, venido allí a salir de apuros con las onzas del señor Joaquín. Quién describía satíricamente la extraña figura de Lucía la mocetona, cuando estrenase sombrero, sombrilla y cola larga.

No quería, no quería pensar, y se hincaba las uñas en la frente para aturdirse, agitaba los brazos en las tinieblas, resoplaba con furia como un hombre enajenado por el terror; pero la cavilación era cada vez más inexorable, más elocuente, más honda.

Otro día, en que, a su parecer, no había contestado con bastante respeto a su padre, se presentaba repentinamente en el despacho, se hincaba de rodillas y le pedía perdón. Don Mariano la levantaba del suelo con ojos espantados.

869 Era como tentación lo que yo esperimenté, y jamas olvidaré cuanto tuve que sufrir, porque no podia decir "Artículos de la fe". 870 Tenía al lao una mulata que era nativa de allí; se hincaba cerca de como el ángel de la guarda; ¡pícara!, Y era la parda la que me tentaba ansí.

Pensaba que aquellas lágrimas dulces eran la miel mezclada que corría dentro y ahora saltaba por los ojos en raudal inagotable. Cuando estuvo mejor, aún más fuerte, huyó la pereza del colchón y saltó al suelo y rezó sobre la piel de tigre. Aún quería más dureza, y separaba la piel y sobre la moqueta que forraba el pavimento hincaba las rodillas.

Ya no salía nunca hacia el bosque que no la llevase consigo; y a veces, mirando hacia una y otra parte, como si alguien pudiera sorprenderle, hincaba la punta de cierto modo en el tronco de los árboles para recordar la terrible estocada con que había dado muerte a Gonzalo.