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Despues de tanta tardanza, los primeros que volaron al lugar de la mortandad que acababa de hacerse, fueron 130 Guanoas, gentiles confederados; quienes, viendo el destrozo ó estrago de los suyos, y el campo sembrado de cadáveres, gimieron, y tambien derramaron lágrimas.

Pronto anidaron en aquellas almas, presas bajo inquietas pesadumbres, anhelos como antojos iniciales; pronto gimieron las nativas palmas al soplo que traía de las cumbres el polen de fecundos ideales.

derribaste de un garrotazo su montera adornada de claveles y luego le tentaste varias veces la cabeza y las costillas. ¿Á quién inmolaste , industrioso Quino, el más galán y más prudente de los hijos de Entralgo? Bajo tu palo gimieron muchos bravos en aquella aciaga jornada y por fin tuviste el honor de ver huir delante de ti al valeroso Lin de la Ferrera.

4 Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron los altos pueblos de la tierra. 6 Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados. Por esta causa fueron consumidos los moradores de la tierra, y los hombres se apocaron. 7 Se perdió el vino, enfermó la vid, gimieron todos los que eran alegres de corazón.

Y no quiera V. Md. saber más de que las Bautistas todas enronquecieron adrede, y sacaron tales voces, que en vez de cantar la misa la gimieron, no se lavaron las caras y se vistieron de viejo. Y los devotos de las Bautistas, por desautorizar la fiesta, trujeron banquetas en lugar de sillas a la iglesia, y muchos pícaros del rastro.

"Más esfuerzos han sido necesarios para formular la idea de que el hombre es libre que para saber que la tierra se mueve alrededor del sol, dice Ihering. La historia ha trabajado infinidad de años, millones de hombres gimieron en la esclavitud y ríos de sangre han corrido en los tiempos más recientes, antes de que aquel principio se realice".

Allí, en ese Santo Oficio político de la edad media, gimieron sucesivamente Basompierre, el gran Condé, el famoso Fonquét, su amigo y secretario Palisson, el docto Sacy, el duque de Laurum, marido de la nieta de Enrique IV, el mariscal de Richelieu, el tristemente célebre marqués de Sade, el cardenal Rohan, el caballero Mazers de Latude, Bruno de la Condamine, y últimamente, un hombre que hizo mucho ruido en el mundo, la gloria y el escándalo, la fábula y la admiracion de su siglo; un hombre filósofo, teólogo, estadista, geógrafo, erudito, matemático, novelista, filólogo, poeta; un mónstruo de talento y de audacia; el hombre del talento más vario y más indefinible que ha puesto los piés sobre la tierra; ahí estuvo Voltaire.

¡Y que lección encierra aquel sueño opresor! Ante una sepultura pusiéronme en la tierra, abrieron mi ataud y después... ¡oh dolor! En el horrendo estado de la disgregación mi carne, barro siempre, había entrado, ahuyentando el encanto de la humana ficción. La musa idolatrada de mi ardiente querer, y aquella novia enferma de ilusión, tan amada, gimieron mucho, pero resistiéndose a ver...

Como yo llevaba la llave en mi llavero, lo abrí y levanté la tapa. Las bisagras debían estar muy enmohecidas, pues al abrirse gimieron y silbaron. Adentro del ataúd había un hombre... Había un hombre vivo, enteramente vivo, hasta sano y de buen color. Se le conocía el oficio en su afeitado rostro de curial y en sus grandes anteojos azules.

Los árboles gimieron en los bosques, agitando sus melenas de hojas, como plañideras desesperadas; un viento fúnebre rizó los lagos y la superficie azul y luminosa del mar clásico que había arrullado durante siglos en las playas griegas los diálogos de los poetas y los filósofos.