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Se echa de ver, aunque no se supiera, que las aguas del Leman están destinadas á regar un país frances y perderse en un mar meridional ó latino; miéntras que las del Aar, pasando por románticas cuencas, han de llevarle su tesoro al Rin, el gran rio germánico, y al mar del Norte, como símbolo de esa grande y bella raza alemana, soñadora, individualista, profundamente original, semi-salvaje por su carácter y encumbrada y nebulosa por su espíritu.

Hasta la mitad del siglo XV Friburgo estuvo dominada primero por sus fundadores y despues por el imperio germánico, sucesor del de los Francos, y principalmente por la casa de los Habsbourg. Así figuró en las guerras contra Berna y los Confederados Suizos. Aquella casa le devolvió su libertad; pero en breve cayó Friburgo, como insolvente, en manos de los condes de Saboya, sus acreedores.

Para sufrir nuestra mala suerte y para aguantarnos, como nos hemos aguantado, todo dictador está de sobra. Cavour y Bismarck, dado que fuesen dictadores, surgieron para hacer el uno la unidad de Italia y el otro el Imperio germánico. ¿Qué iba a hacer ahora nuestro dictador, si Dios, o más bien el diablo, le suscitase? Como no fuese humillarnos y ponernos en ridículo, no yo lo que haría.

Lo que viene luego es la España teutónica y flamenca, convertida en una colonia de Alemania, sirviendo como un soldado mercenario bajo banderas extranjeras, arruinándose en empresas que nada le interesaban, derramando la sangre y el oro por los compromisos del llamado Sacro Imperio Romano Germánico.

La intolerancia religiosa, que los historiadores extranjeros creen un producto espontáneo del suelo español, nos fue importada por el cesarismo germánico. Era el fraile alemán, que llegaba con su brutalidad devota y su locura teológica, no templada, como en España, por la cultura semita.

Colonia, la vieja Colonia de Agrippina, patria de la madre de Neron, como del admirable Rubens, un tiempo gobernada por Trajano, antigua capital de la «Germania inferiorsucesivamente opulenta y gloriosa, miserable y conquistada, miembro poderoso de la «Liga anseáticaciudad feudal, ciudad-libre imperial, dominada por arzobispos y generales, presa del imperio germánico, de la república y del imperio de Francia, y aun de los Rusos en 1814; Colonia, la metrópoli comercial del Rin aleman, es acaso la mas histórica de todas las ciudades alemanas, la que ha pasado en su larga existencia por una serie mas complicada de acontecimientos diversos, la que ha ejercido mas poderosa influencia en las comarcas del Rin, y la que por los numerosos contrastes de su modo de ser ha ofrecido ejemplos mas elocuentes de lo que influyen las instituciones políticas y religiosas sobre las costumbres de los pueblos.

Irritado Morales, habló de su infortunado camarada Jaramillo, del doctor germánico, del caburé, del caimán «el Abuelo»; contó toda su historia, sin que el otro cambiase de actitud. El mestizo se puso de pie. Podía el gringo dudar de las virtudes de su madre, si gustaba de ello; por eso no dejarían de ser amigos. En realidad, él no estaba seguro de quién había sido su padre.

Además, era un honor y una satisfacción contribuir al regocijo de los compañeros de viaje a costa de la propia persona. Al surgir en la lista de los destinados al bautizo un nombre que no era alemán, el escribano se abstenía de repetirlo y pasaba a otro. Sabían los del buque, por varias experiencias, que sólo el buen humor germánico se prestaba con gusto a estos juegos.

Muchos católicos sueñan con canonizar a Felipe II por la crueldad fría con que exterminaba a los herejes: el tal rey no tenía otro catolicismo que el suyo; era un heredero del cesarismo germánico, eterno martillo de los papas. Arrastrado por la soberbia, bordeaba continuamente el cisma y la herejía.

El gusto bizantino reinaba ya á fines del siglo X en casi todo el Occidente; por lo tocante á Francia y á los paises que componian el dilatado imperio germánico, puede el que guste cerciorarse de esta verdad con solo hojear rápidamente las obras que acerca de la historia del arte se han publicado en estos años últimos, y principalmente Le moyen âge, etc., de M. Ferdinand Seré, y la concienzuda serie titulada Die Ornamentik des Mittelalters del arquitecto Heideloff.