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Pero ¿qué motivo hay para enfadarse de ese modo? exclamó el marquesito . Que a usted no le gusta que vaya a su casa, ni quiere ser mi amigo... Bueno; para eso no tenía usted necesidad de venir con esos humos a llamarme estando con señoras. Bastaba con haberme enviado una carta. Si a usted le parece que vengo con humos debe tener presente que donde sale humo es que hay fuego.

Confesó lo que le pasaba, sin disminuir la gravedad del caso, por lo cual don Fermín, su abuelo paterno, se puso serio y quiso enfadarse, y su madre lloró un poco.

En vez de enfadarse, como temía Ramón, su madre se lo prometió, después de abrazarlo. Compraron así al día siguiente un hermoso ramo de rosas blancas en el mercado y lo llevaron al cementerio. El guardián les indicó la tumba de Lita. Ya estaba cubierta de otras flores frescas, flores finas y raras.

Muchas veces renovó a Juan Pablo sus pagarés, y últimamente le había apremiado con cierta acritud. Rubín condensaba sus sentimientos respecto al prestamista en esta frase: «Pagarle y después romperle la cabeza». Desde que le veía en las mesas de enfrente, sentía una desazón profundísima, mal de estómago y como ganas de enfadarse.

Concluyó por enfadarse consigo mismo. ¿Á qué tomarlo tan á pechos? ¡Vaya una jaqueca tonta la que se estaba buscando! Si se marchó, buen viaje. Las consecuencias del rompimiento serían peores para ella; porque él se quedaba en su casa, y ella... ella Dios sabe adónde iría á parar.

Son dichos de acaloramiento.... Un sacerdote es hombre como todos y puede enfadarse en una disputa y echar venablos por la boca. Ya lo creo; y por lo mismo que es hombre como todos puede tener intereses bastardos, puede querer vivir holgazanamente explotando la tontería del prójimo, puede darse buena vida con los capones y cabritos de los feligreses.... No me negará usted esto.

No hay que enfadarse, caballeros dijo el viejo con vocecilla triste . Ya lo que es esto: tómenme ustedes el nombre. Uno de ellos escribió las señas del tío Polo, sin dejar de amenazarle por su torpeza, augurando que iba a costarle cara la fiesta. Rara era la semana que no tenía algún encuentro con los tranvías. A su edad debía quedarse en casa, sin meterse a guiar bestias.

Pepa se enfadaba o fingía enfadarse, le daba pellizcos feroces, le llamaba hipócrita, coquetón, desvergonzado. Concluyó por decir: Todo eso que me dices es una farsa tuya. Si fuese verdad me alegraría, porque así tendría cierta influencia contigo para hacerte un buen marido.

Al señor Villa le abro yo, porque es un caballero muy fino que hace cariñitos a las porteras... Vamos, deme usted una palmadita en la cara, como hace usted con Carmen. La criadita de los ojos negros escapó ruborizada. El comandante se enfadó o aparentó enfadarse.

, y bien superior: mirándolo bien, lo había sido toda la vida; lo era sin saberlo; antes de que Marta hubiese parecido por su casa, ya ella tenía el prurito de no enfadarse por lo que se enfadan los demás, y había discurrido aquello de no alborotar ni enfurecerse cuando los demás quisieran ni por lo que los demás lo esperasen; y ya había discurrido la graciosísima idea de vengarse del ladrón de Nepomuceno y del tonto de su marido poco a poco, y a su manera, y a su gusto y dándoles el gran chasco. ¡Vaya si había sido siempre una mujer especial, superior!