United States or French Polynesia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Poderosa madre que empezaste la vida y no puedes terminarla; permite que tu hija, la Tierra, continúe la obra comenzada. Ya lo ves: en tu mismo seno y en el momento sagrado, tus hijos sueñan con la Tierra y su fijeza; abórdanla, la rinden homenaje.

ELSA. ¡Padre, es el elegido de mi corazón! EL CONDE. ¡Y al mismo tiempo, mi enemigo! ELSA. No le conoces. Cegado por el odio al emperador, empezaste a odiar al duque sin haberle visto siquiera. EL CONDE. , odio a todos esos aduladores serviles que andan a cuatro patas por las gradas del trono. Mendigan lo que hay que tomar por la fuerza.

¡Condenado! exclamó Benina sin poder contener su enojo , ¿por qué no empezaste por ahí? Pues si el primer requesito es ser hombre... ¡a ver! Perdoñar ... Olvidar cosa migo. no tienes la cabeza buena. ¡Vaya una plancha! Pero ¡ay! la culpa es mía, por haberme creído las paparruchas que inventan en tu tierra maldecida, y en esa tu religión de los demonios coronados.

Díjele en qué me estaba entreteniendo desde que me había levantado y lo que llevaba visto ya, y me replicó, agarrándome por un brazo al mismo tiempo y tirando de hacia los carrejos interiores: ¡Por vida del ocho de copas, hombre!... Pues, mira, en parte me alegro de que hayas empezado por donde empezaste: así te queda lo mejor para lo último... ¡Ven acá, ven acá!

¿Pero qué queríais que hubiera hecho? ¡Qué! mantenerme firme, hacerle comprender, aunque fuera mentira, que te importaba poco que se hubiera casado... empezaste muy bien... yo estaba diciendo allí, detrás de los cristales... ¡qué buena cómica es mi hija!... ¡qué pobre hombre es ese don Juan! ¡pero luego lo has echado todo á perder, le has dejado ver tu desesperación, y se gozaba en ella sin saberlo! ¡oh! ¡qué felicidad tan incomprendida es para algunos hombres, magullar á una pobre mujer como el gato que magulla á un ratón! ¡Oh! ¡cuán felices, cuán felices son algunos hombres, y qué poco merecen su felicidad!

Á ti te dieron un palo en la cabeza y quisiste caer, pero alzándote en seguida empezaste á repartir garrotazos que daba miedo verte. Á me molieron también los hombros, pero hice soltar el palo á dos de ellos. «¡Vamos, vamos que aquí nos matandijiste. Aguarda un poco, te respondí, porque había visto las monteras de los nuestros. ¡Y gracias á Dios llegaron á tiempo!