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Lejos de ello, y para mantenerme en los que él mismo me había trazado, desplegó nuevas pompas de su singular dialéctica, y encendió nuevas llamas con las cuales le costó bien escaso trabajo quemar los pobres restos de las alas con que aún pretendía yo volar por los espacios de mi deseo.

Al fin cobró ánimo el barbero portugués, me dió unos quantos puntos en la incision, su muger me cuidó, y á cabo de quince dias estaba ya bueno. El barbero me acomodó de lacayo de un caballero de Malta que iba á Venecia; pero no teniendo mi amo con que mantenerme, me puse á servir á un mercader veneciano, y le acompañé á Constantinopla.

¿Pero qué queríais que hubiera hecho? ¡Qué! mantenerme firme, hacerle comprender, aunque fuera mentira, que te importaba poco que se hubiera casado... empezaste muy bien... yo estaba diciendo allí, detrás de los cristales... ¡qué buena cómica es mi hija!... ¡qué pobre hombre es ese don Juan! ¡pero luego lo has echado todo á perder, le has dejado ver tu desesperación, y se gozaba en ella sin saberlo! ¡oh! ¡qué felicidad tan incomprendida es para algunos hombres, magullar á una pobre mujer como el gato que magulla á un ratón! ¡Oh! ¡cuán felices, cuán felices son algunos hombres, y qué poco merecen su felicidad!

Así es como he comprendido siempre la poesía, y así la han comprendido todos los grandes maestros, si estudiamos con atencion sus obras. La elegía á Santos Vega no es sinó la aplicacion ingénua de esta teoría: en ella he procurado elevarme un poco sobre la vida real, sin olvidar el colorido local y sin dejar de mantenerme á la altura de la inteligencia del pueblo.

Si quieres ser honrada te llevo a vivir conmigo, te cedo la tienda, y no te pongo más obligación que mantenerme y cuidarme los huesos hasta que venga por ellos la muerte. Cuando te vi en malos andares, te negué un ochavo y te saqué lo que pude; si ahora te enderezas, cuanto tengo es para tu rica persona y para este sol cabezudo del mundo... ¿Vas a ser honrada, o no?

Y por este motivo tuve que mantenerme en aquel parage hasta la resulta de mi órden. Dia 20. Todo este dia estuve esperando la gente y caballos que tenia pedidos; hasta que viendo no parecia ni lo uno ni lo otro, egecuté lo que expresa el dia siguiente. Dia 21.

Hice seña de que sin decir nada y me oprimí el pecho con las dos manos; en seguida, cuando él lo notó, las dejé caer, pero retrocedí tres pasos tambaleándome y fue un milagro si conseguí mantenerme en pie. Inquieto, él se me acercó. Estoy cansada dije, esforzándome por sonreír. Ven, vamos a sentarnos, la noche es larga.

No, no: no lo intente, está demasiado lejos... y luego he oído decir siempre, que el río es profundo y peligroso bajo la cascada. Tranquilícese, señorita: soy prudente. Al mismo tiempo arrojé mi levita sobre la hierba y entré en el pequeño lago, tomando la precaución de mantenerme á cierta distancia de la cascada.

A Suárez fueron a sacarle un poco más lejos, por las escaleras mismas del muelle. Pero al poner el pie en el bote me encontré con que no podía mantenerme derecho. Estoy herido les dije . Háganme el favor de llevarme a casa. Subiéronme al muelle, y se vio que, en efecto, destilaba sangre por una cadera. Entonces los carabineros prendieron a Suárez, y uno de ellos le condujo a la Inspección.

Cada uno de esos pobres párias de la sociedad se dice con despecho sombrío: «Muchos de estos hombres tienen cien, doscientas, quinientas ó mas libras esterlinas de renta por dia, ó cuando ménos veinte, miéntras que yo apénas puedo conseguir, cuando mejor me va, tres, cuatro ó seis peníques para mantenerme con inmundicias.... Lo que uno de esos señores gasta en uno solo de sus magníficos caballos sería bastante para asegurar la subsistencia de toda mi familia.... Los perros de ese lord son mas respetables y felices que yo; y la querida de ese banquero gasta en sus guantes cada semana mucho mas de lo que mi esposa, que es honrada, gana con sus fatigas de un año entero....»