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El centro del Arenal estaba desierto: quedaba un gran espacio libre, del que se apartaba instintivamente la gente: un vacío que parecía destinarse al choque de unos y otros. Aresti se sintió de pronto arrastrado por un violento empellón de la muchedumbre, estremecida al adivinar la proximidad del enemigo. Estalló una tempestad de gritos en una calle inmediata.

Don Paco era también distraído. El mismo no sabía en qué estaba pensando. Era, además, algo corto de vista. Lo cierto es que no repararon uno en otro al venir en opuestas direcciones, ni oyeron el ruido de los pasos. Chocaron, pues, y se dieron un buen empellón. Caramba, hombre dijo Juanita , mire usted por dónde va y no camine a ciegas; por poco me tira el cántaro.

Habló casi con júbilo, empleando uno que otro gracejo místico al suplicar a su hijo que no hiciese esperar demasiado al Señor, y que, así como se hallase con fuerzas, montara, luego luego en el cuartago, camino de Salamanca. A vuesa merced, señor Canónigo, toca agora dar a esta alma el empellón que ha menester agregó con inusitada sonrisa, al retirarse.

¡La revolusión! ¡Ya se armó la gorda! Pero el maestro, entre risueño y enfadado, lo devolvió a su asiento con un empellón. No seas panoli, Sebastián. sólo ve revolusiones y musurañas en toas partes. Los de la cuadrilla reían adivinando la verdad.

La hermanita menor, que era muy ligera, tal vez por ser tan ruin y enjuta de carnes, se subió también a otra reja, donde parecía un mico. El novio estuvo muy caballeroso y quiso imitar a Edgardo, el héroe de la novela de Walter Scott, Lucía de Lammermoor, que él había leído; pero la vaca no entendía de heroicidades y le derribó al suelo, dándole un empellón con el testuz.

¡Mira... si no te sacas de delante, repelo, hago contigo una desgracia! gritó furiosa ya Amparo dando al mozo, que estaba próximo a la puerta, un soberano empellón para arrojarle del cuarto. Pero el movimiento brusco y familiar despertó la sangre aldeana de Chinto, y con los brazos abiertos se fue hacia Amparo.

Detrás de la viuda acudieron algunos hombres, y á fuerza de sacudidas y porrazos, lograron separar á aquellas dos furias, que parecían haberse adherido entre . ¡Dolervos de mis lágrimas! gritaba la dolorida pescadora. ¡Vaya usté mucho con Dios, zalamerona, cubijera! la contestó, con un empellón, la vencedora.

Habían vivido hasta entonces resignados con la vida que les rodeaba, moviéndose como sonámbulos en la frontera indecisa que separa el alma del instinto, y la inesperada presencia de aquel fugitivo de las batallas sociales era el empellón que, los lanzaba en pleno pensamiento, caminando a tientas, sin más luz que la del maestro.

Acudió Arturito a defenderla, pero el gaucho, más fuerte y más decidido, le dio un empellón y le apartó de bastante maltrecho. Todavía se lanzó sobre Arturito, decidido a darle de golpes; pero unas manos poderosas que parecían dos garras le asieron por ambos brazos, le zarandearon y sacudieron como si fuera un pelele y le derribaron por tierra con desprecio.

224 ¡Ah pobre! Si él mismo creiba que la vida le sobraba; ninguno diría que andaba aguaitándolo la muerte. Pero ansí pasa en el mundo, es ansí la triste vida: pa todos está escondida la güena o la mala suerte. 225 Se tiró al suelo; al dentrar le dio un empellón a un vasco, y me alargó un medio frasco diciendo: beba cuñao. Por su hermana, contesté. Que por la mía no hay cuidao.