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No hay que negarlo; los mercaderes están aposentados en el templo del arte, y el público se hace su primer cómplice concediendo decidida proteccion á todo lo malo y escatimándola á todo lo bueno: lo que vive cuando todo conspira á su muerte, tendrá desgracia sin duda, pero no puede decirse con fundamento que carece de vitalidad.
Sí; sí, señor; de conspiraciones se trata; pero de conspiraciones que ya no deben daros cuidado, porque ya pasaron. ¿Conspiraciones vuestras? Por recobrar vuestra dignidad y la mía. Pues lo de siempre. ¿Y quién os ayudaba á conspirar? porque nadie conspira solo. Don Rodrigo Calderón. ¡Ah! ¡ah! Se me mostró leal... cuando era traidor; le concedí algunas audiencias secretas.
La vida del hombre es enteramente distinta. Parece colocado allí contra la voluntad de Dios, maldito, y todo conspira contra él. En las fotografías que tenemos de los esquimales, léese su destino terrible en la fijeza de la mirada, en sus ojos ceñudos y negros como la noche. Parecen como petrificados por una visión, por el habitual espectáculo de un infinito lúgubre.
Y será peor si no os confiáis completamente á mí. Pero don Francisco... ¡Se conspira! ¿Que se conspira? Y vuestro sobrino es uno de los primeros conspiradores. Mi sobrino... ¡Escondéos! ¡Cómo! Quevedo empujó á Montiño detrás de la puerta. Había oído en las escaleras unos pasos de mujer y el crujir de una falta de seda; poco después la condesa de Lemos atravesó la portería.
Si esto continúa, me marcharé: huiré al fin del mundo. Se me vigila, se me siguen los pasos, se averigua que tengo queridas, y mi futura mujer es mi espía. No tienes razón, Oliverio le dije interrumpiéndole vivamente. Nadie espía tus pasos. Nadie conspira con la pobre Julia para apoderarse de tu voluntad y llevarla atada de pies y manos.
Dime que no me detestas, que yo solo sea castigado por los dos, que tu seras recibida en el numero de los bienaventurados y que yo debo morir. Porque hasta ahora todo lo que hay de mas odioso conspira a encadenarme con la existencia, a una existencia que me hace ver con terror la inmortalidad, y un porvenir semejante a lo pasado. No puedo encontrar ningun descanso.
Pues he buscado á doña Catalina, cuya bondad conozco, á fin de que me sirviese para con vos de recomendación y ayuda. Bastaba vuestro nombre. No había necesidad de que nadie supiese que yo os buscaba; conócese mi nombre más que mi persona... y cuando se trata de conspiraciones... ¡De conspiraciones! ¡Se conspira! ¿Pero contra quién, caballero?
Aquí no se conspira. Y si yo conspirara, lo haría de modo que no vinieran á sorprenderme los lechuguinos de la Milicia Nacional. Clara estaba temblando. La parecía que el militar, ofendido por aquel insulto, iba á desenvainar el tremendo sable que llevaba en la cintura y á descargarlo sobre la cabeza del realista. Pero aquel sonrió desdeñosamente y dijo: Amigo, veo que me juzga usted mal.
Yo no sé si tú has tenido parte en esa infame tentativa de asesinato, ó si ha sido únicamente cosa de don Rodrigo Calderón. ¡Yo! ¿me creéis capaz de esa infamia? Te creo, por tu vanidad y por tu ambición, capaz de todo. ¡Oh! ¡oh! esto es demasiado, demasiado faltarme al respeto. La reina te estorba tanto como á don Rodrigo; la reina conspira contra ti, y la temes.
Esa fuerza vivificante la encuentro en una porcion de materia admirablemente organizada, y cuya organizacion conspira á un fin que es el ejercicio armónico de las facultades de ese viviente que llamamos animal; el no saber lo que es esa fuerza en sí misma, no me impide el afirmar su existencia, ya que los fenómenos me la revelan de una manera incontestable.
Palabra del Dia
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