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Fueron conmigo el ingeniero extraordinario D. José Perez Brito, D. Pedro Fermin Indart, el P. Sanchez, con tres dragones, incluso el cabo Bores, y tres soldados de infanteria. Matias venia de vaqueano, y por habernos dicho que el rio estaba muy lejos, llevamos para cada uno dos caballos de muda. "Nuestra marcha fué en todo el camino á galope.

Mas de pronto, acordándose el valentón de lo que había sido, y encendiéndose su sangre toda ante la idea de que iba á morir sin honra ni provecho, tuvo un arrebato vehementísimo, y sacando un cuchillo que oculto llevaba, fué su primera acción acometer al alcaide de la cárcel, Antonio Brito, que estaba más próximo, hiriéndole de una terrible puñalada que lo derribó, y al punto, sin perder instante, cogió una espada á otro sujeto, y armado de ella subió las gradas del estrado con intención de asesinar á sus severos jueces.

PELAYO. , señor, llegué muy bueno. Sepa Vuesa Señoría... REY. ¿Qué os dije? PELAYO. Póngome el freno. ¿Viene bueno su merced? REY. Gracias a Dios, bueno vengo. PELAYO. A fe que he de presentalle, Si salimos con el pleito, Un puerco de su tamaño. SANCHO. ¡Calla, bestia! PELAYO. Pues ¿qué? ¿Un puerco Como yo, que soy chiquito? REY. Llamad esa gente presto. Sale BRITO, FILENO, JUANA y LEONOR.

Si damos crédito á las quintillas, no había en Valladolid, en 1605, señora que no fuese una perdida, ni galán que no fuese un tunante. En el Catálogo hay para todos los gustos. Si Pinheiro da Veiga es todo sal y pimienta, ó, si se quiere, hiel y vinagre, otro autor y poeta, llamado Simón García del Brito, es todo almíbar en punto de caramelo.

Los valientes caballeros que de esto se encargaron hicieron prodigios apenas creíbles. En aquel trance murieron más de cincuenta portugueses, no pocos de ilustre familia y entre ellos el mismo Jorge Brito capitán de la hueste, y los cinco músicos que siempre llevaban consigo, Porque gustaba en extremo de que le exaltasen y animasen en el combate cantando y tocando instrumentos sonoros.

Casi a la mitad del camino tenían estos una fortaleza, donde había bastantes arcabuceros y algunas bombardas, cuyos disparos impidieron a las fustas seguir adelante y mataron a cuatro de los hombres que las tripulaban. Ansioso Jorge Brito de tomar venganza desembarcó con sus trescientos soldados, entre los cuales había no pocos ilustres y valerosos caballeros de la corte del rey don Manuel.

Lutgardo de la Torre Izquierdo. Primer Teniente. Eugenio Dubois y Castillo. Primer Teniente. Enrique Machado Nadal. Primer Teniente. Arsenio Ortiz Cabrera. Primer Teniente. Amado de Céspedes Figueredo. Capitán. Aniceto de Castro y Carabeo. Primer Teniente. Augusto Díaz Brito. Primer Teniente. Eduardo Clara y Padró. Teniente. Carlos Fuentes y Machado. Teniente. Luis Febles y Alfonso.

BRITO. La noche del casamiento La llevaron unos hombres Que aquestas puertas rompieron. REY. Y vos, ¿quién sois? JUANA. Señor, Juana, Su criada, que sirviendo Estaba a Elvira, a quien ya Sin honra y sin vida veo. REY. Y ¿quién es aquel buen hombre?

En balde reclamó Jorge Brito del rey Achin la entrega de mercancías, de armas y hasta de portugueses cautivos, de que se había apoderado por sorpresa o aprovechándose del naufragio de dos buques de Portugal en aquellas costas. En dos fustas y con menos de trescientos hombres de desembarco navegó contra la corriente del río hacia la capital de los achineses.

Alentado con esta conquista del reino de Pacen, en la que tuvo no pequeña parte, Morsamor se puso a las órdenes de Jorge Brito y fue con él a una expedición contra el rey de Achin, cuyos súbditos, inquietos y belicosos, infestaban con sus piraterías aquellos mares.