United States or Afghanistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aquel hombre guapín, que siempre fue a Rosalía indiferente, pareciole entonces un bonito verdugo que se le presentaba con la cuerda y la hopa. ¡Y que no venía poco apremiante el tal!... ¡Vaya un apunte! Para el día 14 sin falta necesitaba eso.

Su madre y él contemplaban con inquietud los acontecimientos probables: la muerte del señor Aubry y la quiebra de la casa. La señora Martholl concibió temores muy serios. Preocupada de que su hijo pudiera encontrarse en una situación comprometida, se hizo apremiante y persuasiva.

Se aproximaban al término del viaje. ¡Buenos Aires!... Ya estaban casi tocándola. Cuatro ranchos y cuatro sueños los separaban nada más de la ciudad-ilusión. Iban a llegar más pronto de lo que deseaban: cuando ya se habían familiarizado con la vida del Océano y su prisa era menos apremiante.

Pero si la señora marquesa tenía algún asunto apremiante que tratar con él, allí le encontraría a su disposición, a todas las horas del día y de la noche, la persona a quien la misma señora marquesa tuviera la dignación de encomendar el encargo..., porque él se creería muy honrado y satisfecho en servir a la señora marquesa, que tan recomendada le había sido por el señor de Guzmán... Y todo esto y todo aquello y algo más, se creyó obligado don Santiago Núñez a decírselo a la señora marquesa, y se lo dijo en una carta escrita a pulso y con reglero..., porque «a todo señor, todo honor».

Puso pues, en prensa su claro y apremiante entendimiento para insinuar el concepto y el apetito de la limpieza en la mente obscura y en la aletargada voluntad del Sr. de Figueredo.

No me parecía a tan lamentable como a él, pero le seguí el humor, deplorándolo amargamente. ¡Pobre señor!... ¡Y mañana tenía que presentarse sin falta al presidente de la Audiencia! Yo no comprendo cómo estos hombres se descuidan... Bien es verdad que si una necesidad apremiante... ¡Vaya por Dios! Y vea usted, vea usted, Sanjurjo, las botas y el sombrero allí sobre la red...

Había gastado mis rencores engolfándome en el trabajo. Esperaba de ella que me diera la señal de reaparecer. Una vez había encontrado al señor De Nièvres y me había dicho: «¿Qué es de usted?» o «Ya no se le ve a ustedCualquiera de esas dos fórmulas no recuerdo cuál fue la que empleó envolvía una invitación apremiante a volver.

Entendámonos, si á usted le parece, le dijo el brigadier con ademan suelto y apremiante. ¿Hay alguna ordenanza de este cabildo, por la cual se manda que hayan de ser doce personas las que bajen siempre al Panteon? ¡Enhorabuena! exclamó el brigadier. Nosotros darémos á usted los tres francos, y todos los francos que sean menester, sin necesidad de esperar á nadie. Con que ¡á la capilla!

Pero, señor, tengo y sigo aquí una pista que... Vuelva usted a Estrelsau repetí. Diga al embajador que ha descubierto una pista, pero que necesita una o dos semanas para seguirla con éxito. Y entretanto yo mismo me encargaré de investigar el asunto. El embajador se muestra muy apremiante, señor. Cálmelo usted.

No era empresa fácil averiguar el verdadero carácter o tipo moral del señor Fierabrás por los datos que me suministraba su digna esposa. Mas como yo no sentía necesidad apremiante de conocerlo, dejábala explayarse a su gusto y asentía silenciosamente con la cabeza. El gran patio cuadrilongo estaba ya casi desierto. La única guitarra se había callado también.