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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Así, por satisfacer la vanidad de este hombre, os ruego se le complete la referida suma de cuatro mil escudos .» De todos modos, empeoraban la situación crítica del proscripto el peso de su inutilidad, la humillación del descrédito, la necesidad apremiante de la subsistencia, instándole á redoblar las diligencias que le abrieran la puerta del destierro.
Apolonio paseaba, nervioso y tremante, zapatería arriba, zapatería abajo, erguida la cresta, amenazador continente, transido de funesta cólera. No le faltaba sino que le nacieran espolones. No podía resignarse a la humillación. Era imprescindible y apremiante demostrar al mundo que su cerebro aventajaba en altitud al de Belarmino, como el cedro al hisopo. En esto entró Novillo.
Desde el momento en que pone la planta en Haití: «¿Dónde está el oro? ¿Quién tiene oro?» son sus primeras palabras. Los naturales se sonreían, estaban como atontados de esa hambre de oro, y prometíanle buscarlo, deshaciéndose en el acto de sus sortijas para satisfacer cuanto antes apetito tan apremiante.
En vano aguardó largo rato: la voz fue haciéndose apremiante, con graciosos temblores de impaciencia, pero sin aproximarse más. Febrer se asomó a la puerta y vio a la muchacha al pie de la escalera, algo empequeñecida por la distancia, con hinchada falda azul y un sombrero de paja del que pendían cintas a flores.
El silencio era a la sazón la necesidad más apremiante que sentían los vecinos de Nieva allí congregados. El menor ruido era considerado como acto sedicioso y castigado inmediatamente con un chicheo amenazador. Estaban prohibidas las toses y los estornudos, y con penas más aflictivas aún la risa y las conversaciones. Se sudaba muchísimo, aunque la noche no era de las más templadas de otoño.
El pedernal no anda rodando por las aceras de Paris, á caza de un guisado que no tenga harina, y de un trozo de carne que no esté dura y ensangrentada, y de una botella de vino que no esté agrio, amargo, salado, picante, y no sé cuantas cosas más. He dicho todo esto, porque la cuestion de comer se hace cada dia más apremiante y amenazadora.
Esto lo demostró como dos y dos son cuatro. Segundo: que aun en el caso de ser ciertos los risueños cálculos del presidente, la fe de un pueblo católico, las santas tradiciones, las exigencias del culto divino, el respeto al derecho de los demás y a la ley común, exigían que no se procediese tan de ligero en un asunto tan grave, siquiera porque no se dijese por algún malicioso que se obedecía a un resabio de partido más bien que al rigor de una apremiante necesidad.
Sobre la fábrica de electricidad, a la derecha, se eleva un nimbo blanco del humo en que el resplandor refleja. Y los grandes focos, orlando las líneas de los desnudos árboles, arrojan una pálida claror, difusa, matizada, turbia. El tren va a partir. Chirrían las carretillas y diablas; suena un campanilleo persistente, largo, apremiante; vocea con voz plañidera un vendedor de periódicos.
Y, sin embargo, por una fatalidad que nos cuesta tantas lágrimas, siempre van dirigidos los más grandes tesoros de amor á las personas que menos los merecen. No, por Dios; no me llame usted ingrato respondió Lázaro, viendo que era ya imposible evadirse á las declaraciones que la teóloga exigía de un modo tan apremiante. Yo no soy ingrato, y menos con usted, que tan bondadosa ha sido conmigo.
No es la hora ni el sitio de decírmelas se apresuró a añadir la joven, molestada por la actitud apremiante de Huberto. Entonces, ¿tengo que esperar para conocer mi suerte? interrogó él tomando la mano de María Teresa entre las suyas. ¡Reconozca que es un poco duro! ¿Puedo, a lo menos, ir a visitarla en cuanto esté en París, en los últimos días de noviembre? Venga usted, mamá lo ha autorizado.
Palabra del Dia
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