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A que no pudiendo replicar el P. Fernández, esperó mejor tiempo para lograr sus deseos: y por estar ya á los fines de Diciembre y cerrados los caminos con las lluvias, se quedó en Tarija, confirmado en el gobierno de aquellas Misiones; y el año siguiente de 1707 volvió á ellas con otros dos operarios, el P. Pablo Restivo, siciliano, Misionero antiguo de los Guaranís, y el P. Juan Bautista de Zea con el oficio de Visitador, en nombre del Provincial, el cual pensaba abrir nuevo camino, porque había recibido orden el P. Felipe Suárez que desde el pueblo de San Joseph, allanase el camino, costeando el río San Miguel, porque se ahorraban muchas jornadas de viaje y se libraban de los vados peligrosos del río Guapay y por aquí habían ido antiguamente los Chiriguanás á caza de indios Penoquís, aunque les salió mal esta invasión, porque cogidos de los Penoquís en una emboscada, los pasaron á todos un palo por las entrañas, y así traspasados los levantaron en el aire y los pusieron á los lados del camino para muestra de lo que harían con otros si se moviesen á cosa semejante.

Don Acisclo buscaba al punto en Málaga comerciante que se allanase a dar el dinero, y resultaba que nadie quería darle sino cobrándose en aceite, dos meses o poco más después, y tomando la arroba de dicho líquido a dos reales menos del precio corriente.

Mutileder llegaba a columbrar como probable que el Rey le hiciera buscar para entregarle a la muchacha, y hasta que quizá se allanase a ser padrino de la boda.

Para él aquellos nuestros amores no fueron más que amoríos. ¿Cómo pues me atreví a considerar posible que Juan Maury, dieciocho o diecinueve años después, había de llegar a saber que había tenido de una hija y había de estar tan seguro de ello que se allanase a reconocerla?

El tío Goro bajó de nuevo á Entralgo y comunicó sus sospechas con el capitán. Este no quiso confirmarlas; le costaba mucho trabajo suponer que Demetria, después de lo acaecido, tuviese deseos de volverse á Oviedo. Sin embargo, hizo montar á caballo á su criado Manolete y le envió á allá con objeto de averiguarlo. Felicia, enloquecida y acongojada, quiso marcharse al monte y buscar por todas partes á su hija. Nolo trató de disuadirla. En aquella hora no era posible que la encontrasen aunque le hubiera pasado algún accidente. Además el mozo de la Braña dudaba que le hubiera acaecido nada malo; se inclinaba más bien á creer en la huida á Oviedo. Su amor era grande pero receloso, y, aunque Demetria nunca le diera motivos para dudar de él, le parecía bien extraordinario que se allanase á ser aldeana pudiendo ser señorita. No le fué posible persuadir á la tía Felicia.

Oido lo cual, mandó al instante An-nasír que se allanase aquella montaña; si bien, convencido luego de que esta empresa era superior á todo humano poder, revocó sus órdenes y dispuso que se talasen sus pinares y encinas y se plantasen en su lugar almendros, higueras y otros árboles de mas grata sombra y mas risueño aspecto.