United States or Lithuania ? Vote for the TOP Country of the Week !


El cuitado de D. Valentín no sabía qué hacer: andaba inquieto; bullía de un lado á otro, sin atreverse á entrar en la alcoba de su mujer para que no le despidiese á gritos, porque venía á turbar su reposo, y sin atreverse tampoco á no estar allí cerca para que su mujer no le acusase de indiferente, egoísta y desalmado, que no miraba con interés sus males, y ni siquiera preguntaba por su salud.

Adiós, Juanita. Deténgase usted, don Paco; no se vaya usted enojado contra . ¿No conoce usted muy a las claras que yo le quiero de corazón y que mi mayor placer es verle y hablarle? Como soy franca y leal, procuro no retener a usted con esperanzas vanas. Mucho me pesaría de que usted me acusase un día de que yo le engañaba.

Creyó D. Valentín leer en ella el más profundo desdén, como si le acusase de una humillación estólida, de una bajeza infame; y creyó ver, al mismo tiempo, la ira y la prohibición imperiosa de que llevase á cabo lo que se había lanzado á ejecutar. El terror sobrecogió de tal suerte el ánimo de D. Valentín, que se paró, se quedó inmóvil de súbito, como si se hubiera convertido en piedra.

Incorpórame un poco, que no tengo fuerzas yo. Fué a hacerlo y en el mismo instante su madre dejó caer la cabeza hacia un lado y se quedó muerta, sin un suspiro, sin una contracción que acusase dolor, como un pájaro, según la expresiva imagen del vulgo. El grito desgarrador del joven atrajo a la gente de casa. Sacáronle de ella unos parientes y le llevaron a la suya, lo mismo que a su hermana.

Las casualidades de que hablábamos repitiéronse varias veces, sin que Laura se diese por enterada ni acusase recibo del beso. ¡Era tan leve y tan tímido! Si hubiese mostrado enojo, el pobre Pedro hubiera empeorado y acaso sucumbido. Pero con aquella dulce medicina nuestro mancebo se fué mejorando de un modo rápido, hasta levantarse á los doce días del lecho.

Después el veneno hacía su efecto y Romeo palidecía, sucumbiendo. Julieta le retuvo con fuerza, como si se acusase de aquella muerte que él se daba por su amor. En seguida arrancó de la cintura de Romeo el puñal que de ella pendía y echando á la aguda hoja una mirada de dichoso alivio, pronunció como un grito de libertad esta frase: "¡Ah! ¡Bendito puñal! ¡Eres mi último recurso!"

Tenía noticia por sus primos y por algunos amigos del mal estado de la hacienda de su tío; pero se asombraba de que éste nada le dijese ni hallase en sus actos algo que acusase la ruina de que se hablaba.

Como quiera que fuese, donna Olimpia, según hemos dicho, tenía la conciencia muy estrecha y jamás faltaba a sus compromisos, a no ser sorprendida por irrupciones y agresiones inesperadas y violentas. Había, sin embargo, quien la acusase de que una vieja, llamada la señora Claudia, que iba siempre en su compañía como aya o como dueña, solía preparar dichas irrupciones y agresiones.