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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Fuera de , doña Lupe le echó la zarpa a un brazo y sacudiéndola fuertemente, le soltó esta imprecación: «¡Ah!, maldita... bien claro se ve que es usted una bribona... una bribona en toda la extensión de la palabra... que lo ha sido siempre y lo será mientras viva... A todos engañó usted menos a ... a no... Yo la vi venir». Abrumada por su conciencia, Fortunata no pudo contestar nada.

Cada cual tenía sus cuentecitas pendientes con el abominable acreedor, y era de los que don Raimundo perseguía, la zarpa en el aire, a la hora de la batida diaria; el abogadillo aquel, aspirante a diputado, que perseguía el nombramiento, como si se tratara del más menguado empleo del Gobierno, escurría el bulto, cual figura de tramoya, y con él, Quilito, que más que nadie, tenía por qué ocultarse.

En aquel caserón de la calle de Méjico, que más parecía dependencia de cuartel que habitación de familia, de techo de teja abohardillado y ventanas voladas de gruesos barrotes, vivió, pues, muchos años el viejo don Aquiles, con sus tres hijos: Gregoria, la mayor; Pablo Aquiles, el varón, y Casilda, la menor, no la vida de paz del hogar, seguramente, porque allí se andaba de zarpa a la greña todos los días de la semana, a causa de la mala educación de los hijos y el carácter atrabiliario del padre.

Tenía al enemigo bajo su zarpa, podía juguetear con él durante estos tres momentos que valían por siglos. En la vertiginosa superposición de imágenes que volteaba dentro de su pensamiento vió á la princesa, su madre, hermosa y arrogante, tal como era cuando le relataba, siendo pequeño, las grandezas de los Lubimoff.

Y todo Santa María temblaba de impaciencia y de deseo por conocer el resultado del combate que iba a librarse detrás de la montaña. Zarpa el balandro que se balancea sobre las olas, y brilla en el azul de los mares como una centella. VÍCTOR HUGO, «Navarin».

Convencido de que tan pronto como echen la zarpa a ese caudal, la insensatez de tu padre y la loca vanidad de tu madre han de despilfarrarlo en cuatro días, he procurado dejar a salvo, en beneficio tuyo, cuanto la absurda ley vigente me permite... Pero si he de decirte lo que siento, no fío de tu cordura mucho más que de la de tus padres.

Alza su vuelo el águila altanera ráuda cruzando pueblos y naciones, y hace con sus despojos y pendones arco triunfal á su triunfal carrera. Tiembla aterrada y muda Europa entera por su acerada garra hecha girones desde las frias, árticas regiones, hasta la Italia donde el sol impera. Quiere herir al Leon envanecida, mas, de su roja crin tendiendo el pelo, su zarpa clava en ella y cae vencida.

«¡La muerte! ¡Qué cosa tan fea, don Jaime!... Y allí estaban ellos, en un pedazo de tierra rodeado por las olas, sin poder escapar, sin poder defenderse, aguardando el momento en que les echase la zarpaEl payés sentía sublevarse su egoísmo ante esta gran injusticia.

Miraba al cielo la pequeña india, como en éxtasis; los cohetes subían tan alto, que parecía iban a agujerear la negra bóveda. El chico del almacén salió para un recado, y al pasar echó la zarpa a los pelos ásperos de la muchacha, verdadera diadema de cerda, y la obsequió con un tirón, a guisa de saludo. ¡Malo! dijo ella. ¡India! dijo él. Y se alejó, sacando la lengua. Al rato volvió.

Ya me daba a un tufillo que este don Juan no caminaba tan derecho como Dios manda y al rey conviene. Verdad que hay en él un aire de tuno que no es para envidiado, y que no me entró nunca por el ojo derecho a pesar de sus zalamerías y dingolodangos. Y cuando el virrey que ha sido su amigote me intima que le eche la zarpa, ¡digo si habrá motivo sobrado!

Palabra del Dia

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