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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo: -Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra.
Se había abrigado confortablemente con una gruesa capa de lana y una bien ajustada gorra con visera, la cual, traída sobre la frente y los ojos, medio ocultaba sus facciones. Realmente, Herberto, no puedo comprender el objeto que persigues la oí argumentarle. ¿De qué beneficio posible te puede ser semejante acción?
Subió al cielo su madre, para que Vulcano le hiciera un escudo nuevo, con el dibujo de la tierra y el cielo, y el mar y el sol, y la luna y todos los astros, y una ciudad en paz y otra en guerra, y un viñedo cuando están recogiendo la uva madura, y un niño cantando en una arpa, y una boyada que va a arar, y danzas y músicas de pastores, y alrededor, como un río, el mar: y le hizo un coselete que lucía como el fuego, y un casco con la visera de oro.
-Eso me basta a mí -respondió don Quijote- para que crea vuestro engaño; empero, para sacaros dél de todo punto, vengan nuestros caballos; que, en menos tiempo que el que tardárades en alzaros la visera, si Dios, si mi señora y mi brazo me valen, veré yo vuestro rostro, y vos veréis que no soy yo el vencido don Quijote que pensáis.
Oculto tras de los cañaverales, el cazador ojea los patos desde el fondo de la barca, de la que sobresalen únicamente la visera de una gorra, el cañón de la escopeta y la cabeza del perro, que olfatea el viento y papa mosquitos, o bien inclina, con sus patazas extendidas, toda la barca sobre una borda llenándola de agua. Esta espera es sumamente complicada para mi inexperiencia.
El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates; y, quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, le limpió el rostro, que le tenía cubierto de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le conoció y le dijo: -Señor Quijana -que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante-, ¿quién ha puesto a vuestra merced desta suerte?
La diestra de uno de estos militares se elevó hasta su visera para saludar al príncipe. Este se fijó en el color amarillento del kepis, luego en el uniforme del mismo color y la línea policroma de las condecoraciones.
Entonces, al acercarme, vi arrinconada contra un montón de piedras, a un lado del camino, la delgada figura débil de una niña como de dieciséis años, envuelta en una capa gruesa y de color obscuro, mientras, a la luz de los últimos destellos del día, distinguí que el individuo que me hablaba era un hombre de aspecto tosco, barba negra, lenguaje bastante correcto y como de unos cuarenta y cinco años, más o menos, vestido con un traje usado de sarga azul y un gorro con visera, que le daba cierto aire de marino.
En ese momento llegaban al corredor, en el que, asomado por la puerta de la sala y haciendo visera con la mano, decía Ricardo: ¿Se han quedado dormidos?... No, sería ofensivo le contestó Melchor al subir al corredor, porque con mala música no se puede dormir, según la célebre anécdota. ¿Y de dónde vienen? Nos alejamos un poco para oírte mejor.
Vestía un gabán de color de castaña con grandes botones, y bajo la visera de su gorra destacábanse las dos manchas negras de los anteojos con bordes de paño que abrigaban su vista enferma. Estaba sentado en un sillón de madera blanca y dorada, con las graciosas curvas del siglo XVIII; la seda antigua enseñaba, entre desgarrones y deshilachados, el lejano recuerdo de una escena pastoril.
Palabra del Dia
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