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Actualizado: 19 de junio de 2025


»Las facciones han perdido su regularidad y su gracia; la tez, todavía plagada de manchas rojizas, quedará para siempre llena de hoyos, y por algo que no explicarte, pues no entiendo lo que dicen los médicos, la cara se le ha quedado algo contraída y como atirantada; en las mejillas y alrededor de los labios es donde tiene más viruelas; los ojos apenas dan idea de lo que fueron: la viveza y expresión que tenían se ha convertido en una mirada amortiguada y mate: no hay brillo en sus pupilas, y casi estoy por decirte que su dulce melancolía contribuye a que sea mayor la compasión que inspira: parece que en los ojos se le refleja la amargura del alma.

En estas lobregueces de la fantasía, acepto al mejicanito rico, docto y sin viruelas, si con él, por amo y señor de la señora y ama de Peleches, quedan las costumbres de allí en el mismo ser y estado en que ahora se hallan; con lo que le doy a usted una prueba bien evidente de que mis entusiasmos no pasan de los límites racionales que les corresponden; de que mis ambiciones se cifran en el goce de la luz, no en la absurda codicia del astro luminoso; en vivir como ahora vivo, en una palabra.

Era la vida de tribu: los machos descansando, por el privilegio de su fuerza, esperando el sustento de las hembras que iban al bosque, o sea a la inmediata población. Maltrana, a los pocos días de estancia en las Cambroneras, conocía los nombres de todos los respetables tunos del hampa gitanesca, bronceados y ágiles, con el rostro roído por las viruelas.

Solamente la sarna y las viruelas pudieron vencer aquel pellejo: con la primera perdió la mitad de los cabellos; con las segundas ganó los innúmeros relieves de su cara.

La introduccion de la vacuna llegará fácilmente á estirpar la primera de estas pestes, que son las viruelas. La segunda, que hace sus estragos en el interior, es ocasionada por el viento frio del sud.

Y mi amo, el señorito Luis, con toa su fachenda y el mujerío de pendones que se trae en derredor... ¡ tampoco! El más rico de Jerez soy yo, que se llevará al cortijo una morenucha fea, que está cieguecita porque a la pobre apenas se le ven los ojos, y que tiene el defecto de que al reírse se le jasen en la cara unos joyitos muy monos, como si estuviera picá de viruelas.

Fray Juan Martínez, que era confesor del Rey y se hallaba en Zaragoza cuando el triste suceso, escribió largamente al doctor Andrés diciéndole que la enfermedad fue de viruelas . En cambio Matías de Novoa, en su Historia de Felipe IV, narra la muerte con extremada concisión.

Al año de estar en la buñolería, la hija del amo, que era una chiquilla saladísima de catorce años, enfermó de viruelas y, cosa rara en la gente del pueblo, dotada en tales casos de tanto valor como ignorancia, los vecinos, conocidos y amigos dejaron a la enfermita y sus padres en completo abandono.

En caso de haber pestes y epidemias, de que mueren muchos, tambien lo pagan los hechiceros. Por las viruelas que sucedieron á la muerte de Mayupilqui-ya y su gente, que casi destruyeron enteramente los Checheheches, Cangapol mandó matar todos los hechiceros, para ver si por este medio cesaba el mal. Los hechiceros son de ambos sexos.

A la vejez viruelas, comedia escrita por él á los diez y seis años, fué acogida con gran aplauso. Este ensayo feliz animó al joven poeta á trabajar con duplicado celo, escribiendo desde entonces para el teatro con tanta constancia, que á la fecha se han representado 200 dramas suyos.

Palabra del Dia

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