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Actualizado: 19 de julio de 2025


Aunque en tiempo de paz es gente humilde y tranquila, son en el de guerra audaces y altivos, como experimentaron los Tehuelches y Diviheches, muy á su costa; pero ya estan reducidos á un pequeño número, habiendo sido la mayor parte destruidos por las viruelas. Sus caciques, que aun viven, son Geijeihu, y Daychaco.

Murió la viuda del sacristán, dejando a su hija Rosa con cuarenta y cinco años bien contados y una fealdad que se veía de lejos. Lo que más contribuía a esta desgracia, eran las funestas consecuencias de las viruelas.

El Cojuelo se fué tras ellos, y la Academia se malogró aquella noche, y murió de viruelas locas. El Cojuelo, arrimándose al Alguacil, le dijo aparte, metiéndole un bolsillo en la mano, de trecientos escudos: Señor mío, vuesa merced ablande su cólera con este diaquilón mayor, que son ciento y cincuenta doblones de a dos.

¿Y don Federico? dijo al entrar. Aún no ha vuelto de ver a sus enfermos respondió la tía María ; hoy iba a vacunar más de doce niños. ¡Tales cosas, don Modesto! Sacó el pues, como dice su merced, de la teta de una vaca: ¡que las vacas tengan un contraveneno para las viruelas! Y verdad será, porque don Federico lo dice. Y tanta verdad que es repuso don Modesto , y que lo inventó un suizo.

»Tantos rodeos para comenzar y los muchos días que llevas sin recibir noticias suyas, te habrán hecho temer que aquí sucede algo grave: desgraciadamente, no hay más remedio que decírtelo. Ha pasado el peligro, pero ha sido grandísimo: unas viruelas espantosas. »En cuanto a su vida, puedes estar tranquilo; los médicos la han salvado.

La frente, abombada y saliente, parecía aplastar con su peso las facciones morenas e irregulares, alteradas por la huella de las viruelas.

El padre de Martín fué labrador, un hombre obscuro y poco comunicativo, muerto en una epidemia de viruelas; la madre de Martín tampoco era mujer de carácter; vivió en esa obscuridad psicológica normal entre la gente del campo, y pasó de soltera a casada y de casada a viuda con absoluta inconsciencia. Al morir su marido, quedó con dos hijos Martín y una niña menor, llamada Ignacia.

Que se vacune el que quiera solía decirse ; pero ¿y si a se me antoja tener viruelas? Libertad de tener viruelas... Libertad de pegárselas al vecino... Libertad de escupir... Libertad de tronchar los árboles... ¡Con qué ahínco defiende todas estas libertades el español! Desengáñese usted me decía un amigo antes de la vacuna obligatoria , España es el país más liberal del mundo.

-Digo, pues -dijo el labrador-, que este mi hijo que ha de ser bachiller se enamoró en el mesmo pueblo de una doncella llamada Clara Perlerina, hija de Andrés Perlerino, labrador riquísimo; y este nombre de Perlerines no les viene de abolengo ni otra alcurnia, sino porque todos los deste linaje son perláticos, y por mejorar el nombre los llaman Perlerines; aunque, si va decir la verdad, la doncella es como una perla oriental, y, mirada por el lado derecho, parece una flor del campo; por el izquierdo no tanto, porque le falta aquel ojo, que se le saltó de viruelas; y, aunque los hoyos del rostro son muchos y grandes, dicen los que la quieren bien que aquéllos no son hoyos, sino sepulturas donde se sepultan las almas de sus amantes.

Eran la discordia del porvenir, una parte crecida de la España futura, tal que si no la quitaran el sarampión, las viruelas, las fiebres y el raquitismo, nos daría una estadística considerable dentro de pocos años.

Palabra del Dia

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