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Actualizado: 11 de julio de 2025
A la mañana siguiente toda Vetusta edificada se preparaba a acompañar el Viático que por la tarde debía ser administrado al señor Guimarán. Era Domingo de Ramos. No se respiraba por las calles del pueblo más que religión. ¡El papel Provisor sube! decía Foja furioso al oído de Glocester, a quien encontró en el atrio de la catedral, al salir de misa. ¡Esto es un complot!
Llegó el Viático, y recibiólo el enfermo con muchas lágrimas y cierta especie de pavor afectuoso y humilde, que le hacía repetir de continuo: ¡A mí!... ¡A mí!... Entonces pidió la extremaunción, y dijéronle que ya la había recibido la víspera; mas él, con gran sencillez, quiso recibirla de nuevo. Si no me enteré decía . Que me la den otra vez; así iré más limpio.
Únicamente Magdalena se incorporó como disponiéndose a recibir la visita del Señor. Entró el sacristán con la cruz, luego los monaguillos con la vela en la mano, y por fin el venerable sacerdote portador del santo Viático. Padre mío dijo Magdalena, los pensamientos pecaminosos pueden llegar a combatir nuestra alma hasta los umbrales de la eternidad.
Adornaron el cuarto de la enferma de blanco, lo cubrieron de sobrecamas y trajeron flores y estampas religiosas. En el momento de darle el Viático había unas mujeres en el pasillo del caserío con velas encendidas. La Shele era muy cariñosa, y sin duda de verse mimada en aquel trance, se encontraba alegre y sonriente. Por la mañana murió la pobrecilla.
Un sacerdote vadeaba á caballo su desembocadura para llevar el Viático á un moribundo, cuando tropezó la bestia, y abriéndose el copón cayeron las hostias, siendo arrastradas por la corriente.
A la mitad de la novena sale de la sacristía un monaguillo que lleva un farol y va tocando una campanilla; detrás viene un clérigo con el Viático. Es que van a llevárselo a un enfermo que agoniza... La vieja al verlo sufre una gran conmoción. Y vuelve a suspirar y a invocar al Señor, mientras entre sus dedos secos van pasando los granos del rosario.
Es natural; los que sólo creen en las cosas del cuerpo, no acuden a las del alma. ¿Por qué lo dices? Yo pienso traerle un médico mejor que el vuestro. ¿Quién? preguntó Pepe, sospechando la respuesta. El Santo Viático. Eso le asustaría mucho y no le aliviaría nada; por consiguiente abstente de ello. Bastaría hablarle de esas cosas para que se muriera de terror.
Pues qué, D. Plácido, ¿va a venir el Viático? Poco menos replicó el hablador entrando sin pedir permiso y dirigiéndose a la alcoba . Que va a venir el ama, la señora casera. Mucho orden, señores, mucha formalidad. Lo mismo fue oír Platón que la señora de Pacheco venía, que el temor de verla le intranquilizó y no tuvo ya sosiego.
Si, lo que no es creíble, papá, espontáneamente, pidiera ciertos auxilios, yo sería el primero en respetar su voluntad. Pero, entiéndelo bien; si traes confesor, viático... vamos, cualquier tontería que pueda asustarle y provocar en su enfermedad una crisis peligrosa, te juro, por mi madre y por el amor de la mujer a quien quiero, que no te trataré como a hermano.
Andrés Garín, uno de los testigos, el cual no se apartó de la casa en aquellos días; le administró el Viático con permiso del cura de la parroquia; asistió á la Extremaunción, y le ayudó á morir, formando convencimiento de haber finado santamente en el Señor por la piedad y devoción.
Palabra del Dia
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