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Actualizado: 11 de julio de 2025


Cada cual contó su caso en apoyo de ella y el cura resumió todos los turnos manifestando que nada tenían de particular aquellos milagrosos efectos, dada la presencia en el cuerpo del enfermo del Señor de cielos y tierra, en cuyas manos está la salud de todos los mortales. A las diez de la noche trajeron el Viático a doña Gertrudis con todo el aparato que merecía tan solemne acto.

Fortunata, Fortunatita, abra usted los ojos, y no se nos muera así tan tontamente... Le traeré el Viático, si quiera la Santa Unción... ¡Eh!, hija, chica... Quia, no se entera... Esto está perdido.

Confieso que no me preocupé gran cosa, y después de almorzar me fui a la calle, como todos los días; pero al regresar a la hora de comer hallé la casa en un estado de agitación que me sorprendió altamente. «Van a traer el Viático a doña Raquel», me dijo el criado con tono confidencial.

Pero sentía un remordimiento vivísimo que por algún tiempo le hacía suspirar y quedarse meditabundo. Nada afligía tanto su honrado corazón como la idea de que Barbarita se enterara de aquel chasco del Viático. Afortunadamente, o no lo supo, o si lo supo no se dio nunca por entendida. iii

A los enfermos los confiesan los curas y llevan el santísimo por viático a sus casas, lo que se ejecuta con bastante decencia, a que asiste siempre un buen número de indios músicos y otros que no lo son.

Allí permanecían todo el día los condenados del juego, los malditos, sufriendo el más atroz de los tormentos al vivir junto á las puertas del santuario sin poder entrar en él. Habían perdido hasta la última moneda, y los directores de la casa, que repatrían generosamente á los jugadores arruinados, les entregaban el viático para el regreso á su país.

Se reunían hombres y mujeres con la fraternidad de la miseria, espiaban á los compatriotas más felices para asaltarlos con sus peticiones, discutían entre ellos números y colores, lograban reunir algunos francos después de rebuscar en el fondo de todos los bolsillos, y como emisario de sus ilusiones diputaban á algún camarada tan pobre como ellos, pero que aún no había «tomado el viático» y tenía libre la entrada.

Como es natural, recibió de antemano su viático, suma bastante redonda. Cuando llegué, era tal su cariño por la República Argentina y tal su deseo de manifestármelo, ¡que supe estaba resuelto en emplear todo su viático en darme un baile! Me costó un triunfo disuadirlo por medio de un amigo.

La blancura de aquel rostro, oreado por el cierzo, hacía pensar en las hostias; y era, en verdad, como el viático de su amor, el viático de su pasión, olvidada y moribunda. Una vez frente a la ventana, Beatriz insinuó un vago saludo, haciendo florecer en su labio una sonrisilla mortificante.

Las innumerables cofradías y hermandades de Jerez, en las cuales tenía el alegre noble un cargo hereditario, acompañaron al Viático; y al morir, su cadáver fue vestido de fraile, amontonándose sobre su pecho todas las medallas que la señora de Dupont juzgó de más eficacia para que aquel vividor no sufriese retraso ni entorpecimiento en su ascensión a la gloria eterna.

Palabra del Dia

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