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Actualizado: 1 de junio de 2025


El doctor Montifiori era un católico recomendable, desde todos puntos de vista; miembro de dos o tres hermandades religiosas, él sabía conciliar, como nadie, la misa de la una del día con la cena alegre de la una de la noche, la hostia sacrosanta del altar con los mariscos perfumados del Café de París.

Existe una escritura del año 1484, de Seurre, ciudad de Borgoña, por la cual se obliga un poeta á dar á los ciudadanos un misterio de la vida del patrono de la ciudad, mediante cierta cantidad alzada. Los diversos papeles se distribuían principalmente entre las escuelas de las iglesias y monasterios, las hermandades religiosas y los diversos gremios.

Las innumerables cofradías y hermandades de Jerez, en las cuales tenía el alegre noble un cargo hereditario, acompañaron al Viático; y al morir, su cadáver fue vestido de fraile, amontonándose sobre su pecho todas las medallas que la señora de Dupont juzgó de más eficacia para que aquel vividor no sufriese retraso ni entorpecimiento en su ascensión a la gloria eterna.

Pocos pueblos del mundo habrá que tengan tantas cofradías, hermandades y archicofradías religiosas, así que la iglesia es constantemente visitada por gran número de fieles de ambos sexos, que preparan y disponen las fiestas que unas á otras se suceden durante todo el año, siendo entre todas de notar, la que celebran las dalagas en el mes de Mayo.

Los teatros de la Cruz y del Príncipe eran, como antes, propiedad de las hermandades de Nuestra Señora de la Soledad y de la Pasión, que los cedían á las compañías de cómicos y percibían de los concurrentes cierta suma, como dueños de los teatros . Los productos se repartían entre los diversos hospitales de la capital.

Pero, una vez pasados los efectos de la novedad, como decimos hoy, agotado y aquietado el sacudimiento intelectual producido por la nueva doctrina, con la conversión de los infieles a la nueva fe, en la que volvieron a enquistarse, sintiendo, pensando y obrando todos de la misma manera, a impulso de las mismas pasiones y las mismas esperanzas, siendo todos iguales por los componentes del espíritu, aunque diferentes por la condición social, como los diferentes ejemplares de un mismo libro en distinta encuadernación, rústica, media pasta, tela, pasta o cuero, con o sin cantos dorados, el comercio intelectual en el trato mutuo, quedó reducido a la confirmación recíproca de las supersticiones comunes, que así recalentadas se conservan en la tensión de fanatismo indurado, efecto que alcanzan en nuestros días los sacerdotes católicos con las misiones, las cofradías y las hermandades, y los protestantes con sus revivals.

Los faroles y candilejas que las hermandades solían poner en retablos y cruces que tanto abundaban, era el único alumbrado que podía guiar al transeúnte en aquellas tinieblas, por las que se resistían á penetrar en no pocos barrios las rondas y las patrullas que de tiempo en tiempo tenían obligación de recorrer sus demarcaciones.

Las rivalidades entre los individuos de unas y otras hermandades, llegaban á ser á veces terribles y los odios irreconciliables, aunque el origen de todo era tan santo, y en cuantas ocasiones podían molestarse los hermanos, las aprovechaban con creces, usando de todos los medios.

Necesario es, por tanto, que consideremos al drama religioso de la Edad media como una fuente importante del drama moderno, aunque no como la única, sino como una de tantas como contribuyeron á su formación. Grave yerro sería, sin duda, pensar que las hermandades, de que hemos hablado hace poco, absorbiesen en toda la actividad dramática de la época.

Como los devotos sueltos iban también á veces hermandades, que conducían imágenes sobre andas, y éstas hacían la estación con gran parsimonia, regresando á la ciudad, casi siempre, después de cerrada la noche.

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