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Actualizado: 1 de junio de 2025


Pellicer, en su confuso y desordenado Tratado histórico, etc., nos habla de ellos sin reflexión ni crítica, refiriéndose unas veces á los fondos de las hermandades, otras á los de las compañías, ó confundiendo los de unas y otras, y aumentando siempre con su obscuridad y defectuoso método las contradicciones que se observan en estos datos.

Esta vía sacra fué famosa en Sevilla por las multitudes que la recorrían durante los siglos XVI y XVII, y durante los viernes de Cuaresma, la Semana Santa y los días 3 de Mayo, 16 de Julio y 14 de Septiembre, en que se hacían fiestas á la Cruz, en todo el largo trayecto que media desde la puerta de la casa de Pilato al templete de la Cruz del Campo, y que es á algo más de 997 metros, se veían transitar procesiones, hermandades, penitentes y numeroso pueblo.

Para que el lector calcule hasta dónde llegó esto de las hermandades de rosarios, consignaré tan sólo que entre las de hombres, mujeres y niños había en Sevilla 128 en 1758, como así consta en los Anales, y era de ver que apenas quedaba noche del año en que no salieran tres ó más á la calle, sin contar la más principal y numerosa, que era la que al toque del alba salía de la capilla de las gradas de la Catedral, á la que estaban afiliados todos los comerciantes del barrio del Sagrario y personas de no poca significación.

Y no me repliques más, que en sólo pensar que me aparto y retiro de algún peligro, especialmente déste, que parece que lleva algún es no es de sombra de miedo, estoy ya para quedarme, y para aguardar aquí solo, no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes, sino a los hermanos de los doce tribus de Israel, y a los siete Macabeos, y a Cástor y a Pólux, y aun a todos los hermanos y hermandades que hay en el mundo.

Tan excesivo número de hermandades daban origen á competencias y rivalidades entre unas y otras, por muy varios motivos, y en particular las de los barrios bajos, compuestas en su mayoría de gentes de armas tomar y de mozos del brazo de hierro y de la mano airada, tenían con frecuencia en mitad de la calle y entre las sombras de la noche agrias disputas y pendencias, donde los devotos venían siempre á las manos, propinándose sendos bofetones, palos y farolazos que dieron con justicia origen á la fama legendaria que aún todavía conservan los Rosarios de la aurora.

Por último, un señor oidor turna anualmente en el cargo de juez de hermandades y cofradías; otro es asesor de cruzada, jeneralmente lo es el decano, quien con el comisario y fiscal de lo civil, componen el tribunal de la bula, y creo gozan alguna gratificacion aunque pequeña.

De las memorias de un Santiago Ortiz, escritas al comenzar el reinado de Felipe IV, de las cuales trataremos después, consta que los directores de las compañías nada pagaban á las hermandades, sino que, al contrario, recibían de ellas adelantos y auxilios en dinero.

Estos campanilleros formaban parte de las mismas hermandades del rosario, y eran, por lo general, gente obrera, y algunos llegaban á adquirir singular destreza en el manejo de la campanilla.

Era profundamente piadoso. Formaba parte de varias cofradías y hermandades. Cuando se prosternaba en las iglesias ante alguna imagen de Nuestra Señora de la Merced, a la cual tenía particular devoción, su labio temblaba sin cesar, y los ojos, echados hacia el cielo, se le quedaban en blanco.

La constitución de hermandades del rosario tomó gran incremento en escaso tiempo, y de entre ellas he de citar algunas de las principales, como lo fueron las de la Merced, san Roque, el Pópulo, los Dolores, la Cruz del Rodeo, los Viejos, san Acasio, san Telmo, la Virgen de los Angeles, los Clérigos Menores, santa Ana la Pastora, san Nicolás, san Benito y san Alberto.

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