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Actualizado: 28 de junio de 2025
A usted le extrañará verme con este aspecto de gato friolero, buscando el sol cuando todos sudan... Pero ¡cuando le digo que vengo del Polo!... Poco a poco fue Maltrana explicando su misteriosa expedición. Venía de lo más hondo del buque, de los frigoríficos, donde eran guardados los víveres. Esto únicamente podía verlo él, que gozaba de buenas amistades.
No es que me lo figuro, don Modesto decía la instigadora , es una realidad; para no verlo era preciso no tener ojos en la cara. Don Federico quiere a Marisalada y a esta no le parece el doctor costal de paja.
Estás blasfemando, Melchor; pero sin duda mereces que se te disculpe... tú no estás en condiciones de discutir «ahora»... mañana hablaremos. ¿Qué me quieres decir?... ¿que estoy borracho? rugió Melchor aproximándose a Lorenzo en actitud amenazante. Al verlo Ricardo se interpuso rápidamente, diciendo: No discutan más, Melchor... tú te alteras demasiado.
El señor Vicente se arrodillaba con los brazos en cruz ante el pecador, pidiéndole que le pegase con el látigo, que saciase en él su furia, a cambio de dejar en paz el santo nombre de Dios, pues antes quería morir que verlo insultado. El joven había sentido interés por este loco que vagaba por Madrid entre la extrañeza y la rechifla, como si fuese un resucitado.
Cuando ya no me veía más que como una línea del paisaje igual que una piedra ó un tronco de árbol, yo, satisfecho de verlo á él tranquilo, le miraba tranquilamente. En él no hay fraude alguno. Con fe sincera pone su cebo, lanza su caña y durante minutos y horas espera que el pez indiscreto tenga la desgracia de morder el anzuelo.
Vete á jugar, repitió la madre, pero no te internes mucho en el bosque, y ten cuidado de venir en el instante que te llame. Sí, madre, respondió Perla, pero si fuere el Hombre Negro, ¿no quieres permitirme que me quede un rato para mirarlo con su gran libro bajo el brazo? Vete á jugar, tontuela, dijo la madre impaciente, no es el Hombre Negro. Ahora puedes verlo por entre los árboles.
Verdaderamente todo esto es grave dijo uno de los del grupo, que tenía el vicio de verlo todo desde el punto de vista de la gravedad. ¡Gravísimo! dijo el alférez . ¡Pues ya lo creo! Pero hay una cosa más grave aún. ¿Qué? ¿Qué? No se ha dejado salir de su cuarto al príncipe don Felipe de orden del rey. ¡Ah! Pues esto es tres veces grave.
Sorpresa, y sorpresa ingrata produjo, pues, verlo reaparecer en la escena donde era tan conocido y apreciado, con procederes mucho menos irreprochables.
LAFRIPE. ¡Maldita sea...! ¡Buena la he hecho! ¡Me va a echar una bronca...! LORENZA. ¿Qué desea usted decirle? Voy a verlo dentro de un rato. LAFRIPE. Yo soy quien le pone sus esbozos en cuadrícula. ¡Hay que vivir...! Me había citado aquí; pero me he entretenido jugando a la malilla... ¡Hola, Cornu...! LORENZA. ¡Si puedo servirle en algo...!
Ciego hubiera sido para no verlo, y aun para no distinguir entre la nube invasora más de un rabioso oposicionista que tocaba el cielo con las manos cada vez que, fuera de allí, oía hablar de destinos concedidos al favor, o del caudal de la patria despilfarrado.
Palabra del Dia
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