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Actualizado: 9 de julio de 2025
El Francés esto tiene á dicha buena, Que le ha sido la presa muy barata. Encuéntrale, "y amaina vela, antena, Le dice, y deja, amigo, aquí la plata, Sino quieres dejar tambien la vida, A vueltas de la plata aquí perdida." Amainan á pesar vela y trinquete, Rendidos del Francés y su pujanza, Ni queda marinero ni grumete, Que no pierda del todo la esperanza.
Los sellos de correo se venden, las cajas de cerillas también... ¿Con qué creen ustedes que he comprado yo el gran lavabo que tenemos en el asilo? Pues juntando cabos de vela y vendiéndolos al peso. El otro día me ofrecieron una petaca de cuero de Rusia. «¿Para qué le sirve eso?» dirán estos señores.
No he faltado ni tanto así a lo que manda la Ordenanza; no aborrezco a nadie más que a los casacones, a quienes hubiera querido ver hechos picadillo; pero pues dicen que todos somos hijos de Dios, yo les perdono, y así mismamente perdono a los franceses, que nos han traído esta guerra. Y no digo más, porque me parece que me voy a toda vela. Yo amo a Dios y estoy tranquilo.
Juan Odón Cortés, Soltero, hijo de Pedro Onofre Cortés de Guillermo, alias Moxina, y de Margarita Martí, difunta, negociante de oficio, natural y vecino de esta Ciudad, de edad de veinte y tres años, fue preso por judaizante. Salió al Auto en forma de penitente con sambenito de dos aspas y vela verde en las manos.
Deberá salir del Rio Negro á media marea creciendo, y precisamente por la canal del N de su barra, y en este caso tiene cinco horas para navegar esta distancia, que con un pampero fresco, haciendo fuerza de vela, es tiempo suficiente para hallarse en dicha Punta al punto de la marea; no debiendo separarse al doblarla mas que 18 pasos de la baliza que en ella está clavada, por ser la canal sumamente angosta, y precisa al pasar por ella, en cuanto no se haga otro reconocimiento mas prolijo, en que se sepa si hay otro paraje que proporcione la entrada en dicha bahía con mayor facilidad.
La telaraña es un regalo de Dios, que vela por nuestra salud. Tamiza el aire, le quita los malos bicharracos que dan las enfermedades, se come a los microbios y demás insectos...
Llegábamos a Saint-Point al caer de la tarde. Yo me encerré en un aposento que une al gabinete con el dormitorio, y extendiendo un colchón sobre el suelo, empecé allí la vela, teniendo abierta la puertecilla de comunicación: era la postrera noche que aquellos sagrados restos debían pasar bajo su antiguo techo. ¡No sé por qué me figuraba yo que prolongaba su presencia a mi lado al prolongar yo al suyo mi vigilancia! ¡Sólo Dios sabe las lágrimas, las invocaciones, las bendiciones y revelaciones de aquella noche!
Oyes, Tanganada; ya tendrás ganas de comer una cazuela de bacalao, ¿verdad? Alégrate, Tanganada; hay sidra en el lagar de Llandones. ¿Hacía calor en Noruega? ¡Allí te quisiera ver yo, ladrón! gruñó Tanganada, mientras aferraba una vela. Los marineros saludaron la frase con grandes carcajadas. ¡Larga tierra! gritó el práctico desde el puente.
Por obra de la casualidad se producen a menudo contrastes muy curiosos que parecen chanzas muy pesadas del destino. Sobre la cómoda y debajo del mechero encendido del velón, había un rimero de cartas y periódicos que había puesto yo allí la noche antes para ir entreteniendo con su lectura mis largas horas de vela después que, pasado el ataque de asma, pudo conciliar el sueño mi tío.
Lejos, en la bruma que cerraba el horizonte, corrían como ovejas asustadas las barcas pescadoras, con la vela casi recogida y negruzca por el agua, sosteniendo una lucha de terribles saltos, enseñando la quilla en cada cabriola, antes de doblar la punta del puerto, amontonamiento de peñascos rojos barnizados por las olas, entre los cuales hervía una espuma amarillenta, bilis del irritado mar.
Palabra del Dia
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