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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Vese en el fondo la tienda del Emperador, cerrada por todas partes, y delante de ella grupos de guerreros imperiales y bohemios, que, juntos ya, se confunden unos con otros; de repente cae la cortina de la tienda, y aparece Rodolfo con todas las insignias de su cargo, teniendo en sus manos el cetro y la esfera imperial, y á sus pies, y de rodillas, al humillado Ottokar; éste se levanta entonces colérico, y acusa al Emperador de haber quebrantado su palabra; pero Rodolfo le contesta que su homenaje y perdón, con arreglo á su promesa, sería sólo sin testigos, pero que después era justo, en castigo de su delito, humillar al vasallo rebelde por haber osado levantarse contra su legítimo soberano.
Tanto en las obras de John Ross como en todas las que se refieren al mismo asunto vese que están los esquimales dotados de inteligencia y muy aprisa se asimilan las artes de Europa. Hubiéranse efectuado enlaces entre sus hijas y nuestros marinos, naciendo de esas uniones una población mixta dueña por derecho propio de aquel continente Norte.
Entre los dos balcones, sobre una de estas consolas y frente a una chimenea de mármol jaspeado que corona un colosal espejo, vese otro gran busto de Carlos III, cubierta por el manto real la armadura, ricamente cincelada.
Vese entonces el barco del arrepentimiento, en cuyo centro, á manera de mástil, está implantada la cruz; cálices de oro adornan sus gallardetes; los símbolos de la Pasión forman los aparejos; sobre la cubierta se halla el Santo Sepulcro, y delante de él, arrodillada, la Magdalena arrepentida; San Pedro se sienta junto á la brújula, alumbrado todo por un cáliz de oro, cuya luz se extiende á larga distancia.
La verdadera diferencia está entre la clase pobre y las demás, según podremos ver en el boceto del siguiente cuadro. En la caída de una elegante casa de uno de los aristocráticos barrios de Manila, vese sentado sobre un petate un ser que con solo mirarlo se comprende arrastra su existencia por el triste arenal de las penas y amarguras. Aquel sér es una mujer, mejor dicho, una niña.
Vése de cuando en cuando en el suelo huella de una cepa de poderosa dimensión: desapareció el árbol, pero alrededor de aquella ruina vegetal crecen otros castaños, unidos antes al gigantesco pilar y aislados ahora, encogidos, limitados á su ruin individualidad. De modo que el bosque presenta diversidad grandísima.
Mas, todo caduco; todo, al soplo del viento, ondula y se derriba. No agrada aquel espectáculo, porque nada hay firme. A cada momento, en ese mundo al revés, vese burlada la ley de la gravedad: el débil, el ligero, sostienen al fuerte; parece aquello un arte diabólico, un gigantesco juego de niños que amenaza y puede aniquilar.
Del torbellino de polvo que levanta éste al caer, vese salir al jinete corriendo, seguido del caballo, a quien el impulso de la carrera interrumpida hace avanzar obedeciendo a las leyes de la física. En este pasatiempo se juega la vida y a veces se pierde.
Conservaba todavía un retrato suyo de aquella época, además del que todas sus hermanas y mi padre mismo, me han hecho infinidad de veces al relatarme su vida. Está representada con el mismo uniforme del colegio. Vese en él a una joven alta y delgada, de talle flexible, de blanquísimos brazos, cubiertos hasta el codo por mangas ajustadas de un tejido negro.
Eres el infame Anaximandro que negaba la existencia de los Dioses, y todo lo explicaba por la casualidad; te he visto muchas veces, y sostuve contigo, en Mileto, una larga disputa sobre este punto.» Múdase el lugar de la acción; vese la residencia del ermitaño Helvidio, á quien Razonte cuenta sus penas.
Palabra del Dia
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