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Usía no sabrá lo que es eso. ¡Que ha de saber, si con tantos libros que ha leído no pena ni tanto así de caló!... Pues es el vino y el aguardiente; y cuando oiga que mis compares dicen que estoy molaló, es que creen que estoy borracho; pero no hay tal cosa: un poco de alegría y na más.

Déjate ahora de eso, que ya se arreglará repuso doña Juana con un desdén admirable . Y dime: si llegas a ser diputado, ¿te sentarás en aquellos bancos de terciopelo que veíamos desde la trebuna? Es claro. ¿Y te llamarán de Usía? Naturalmente. ¿Y te codearás con los ministros? Es de razón. ¿Y viviremos en Madrid? Regularmente. ¿Y nos publicarán en los papeles? Puede que .

Doña Luz estaba en su cuarto, acababa de volver de misa, y había rezado con fervor por el alma del P. Enrique, en quien de continuo y tierna y melancólicamente pensaba, cuando entró Juana, la doncella, y dijo: Señora, un forastero quiere hablar con usía. ¿Su nombre? Don Gregorio Salinas. No le conozco. ¿Qué facha tiene? Más bien buena que mala. Viene muy decentemente vestido, aunque de viaje.

María tomó la guitarra que Pepe Vera le presentó de rodillas, y cantó: Más quiero un jaleo pobre, y unos pimientos asados, que no tener un usía desaborío a mi lado. A esta copla respondió un torbellino de aplausos, vivas y requiebros, que hicieron retemblar las vidrieras. Stein se puso rojo como la grana, menos de indignación que de vergüenza.

Yo soy hija de juez dijo la que seguía a la nerviosilla ; y siendo hija de juez, a mi papá le sirven cuatro alguaciles, de levita, y le llaman usía; y además le pagan una onza cada día todos los españoles; y cuando va a Madrid, vive en los palacios del rey; y la otra noche me dijo en la mesa que si le tocaba la lotería me iba a comprar una caja de música.

Hace ventiocho años era yo un pobre estudiante, sin una peseta en el bolsillo; pero, en cambio, ni estaba gordo, ni tenía canas, ni calva, ni arrugas, y las gentes afirmaban, perdone usía la inmodestia con que lo recuerdo, que era yo un bonito muchacho, listo y gracioso. Nada tiene de extraño, por consiguiente, que se enamorase de una mujer del sobresaliente mérito de mi Joaquina.

El Magistral lo presumía y habló como si fuera delante de testigos. ¿Es usted criada de la señora de Quintanar? , señor; su doncella. ¿Viene usted de su parte? , señor; traigo una carta para Usía. Aquel usía hizo sonreír al Provisor, que lo creyó muy oportuno. ¿Y no es más que eso? No, señor.

Isidro, al salir de su casa por las mañanas, hablaba con Salguero el esquilador. Este le salía al paso, saludándolo con grandes cortesías. Vaya usía con Dios, señor excelentísimo. Ya sabe que Salguerillo es su fiel servidor, aunque sea un pobre cañi.

Ya lo creo contesté . Usía ha hecho muy bien en venir: eso prueba que es un valiente marino. Pues vete con esas razones a Paca, y verás lo que te contesta replicó él cada vez más agitado . En fin, dile que estoy bueno y sano, y que mi presencia aquí ha sido muy necesaria. La verdad es que en el rescate del Santa Ana he tomado parte muy principal.

Habíala conocido cuando estaba con su tío, el buen D. Celestino del Malvar. Nos conocíamos los dos, señora, y como ella era tan buena, y yo también..., porque yo era muy bueno... En fin, señora, yo no puedo ocultar a Usía la verdad. Dímela de una vez.