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Actualizado: 24 de mayo de 2025
En efecto, se organizó la comitiva para la ceremonia, figurando en ella el teniente de Asistente don Isidoro Palomino, el pregonero Sebastian Francisco, los alguaciles de los Veinte, los trompetas y atabales.
Con esta intención siguió su camino, por el cual anduvo dos días sin acontecerle cosa digna de ponerse en escritura, hasta que al tercero, al subir de una loma, oyó un gran rumor de atambores, de trompetas y arcabuces.
Y en ese momento, cuando Bettina desesperada, lucha contra la tempestad, con su zapato de raso celeste que se entierra en la arena mojada, en ese momento el viento le trae el eco lejano de un toque de trompetas. ¡Es el regimiento que sale! Bettina toma una gran resolución: abandona el paraguas, levanta el zueco, vuelve a atárselo mal o bien, y parte corriendo con un diluvio en la cabeza.
Eran tétricos personajes escapados de un auto de fe, mascarones cuyas colas negras parecían esparcir en su arrastre perfumes de incienso y hedor de hoguera. Sonaban los lamentos de cobre de las largas trompetas, rasgando el silencio de la noche.
Y esos sabinos parece que están petrificados... Se los tomaría por ídolos de piedra. ¡Si al menos tocasen algo con sus trompetas! ¡Mirad, se mueven! MARCIO. ¡Señores romanos!
Tus mejillas enrojecidas te denunciarán... Gracias a Dios, las trompetas han callado al fin. Ahora mi Enrique estará ya sobre su caballo... Debe de estar entrando ya en el castillo. A la puerta le recibirá mi padre... ¡Pobre padre! ELSA. ¿Qué es eso? ¿Todavía?
Todo esto es tuyo, hija mía digo, buscando su mano. Ella no me escucha; parece enteramente absorta en la belleza del espectáculo. Y en cuando llegamos al patio de entrada, una batahola ensordecedora se alza a nuestro alrededor; gritos, detonaciones, tambores y trompetas. A derecha, a izquierda, antorchas, hachones; y vemos rostros ennegrecidos por el humo, con ojos brillantes y bocas abiertas.
El desfile lúgubre parecía marchar contra la corriente de la Naturaleza, perdiendo a cada paso su fúnebre gravedad. En vano gemían las trompetas lamentos de muerte, y lloraban los cantores al entonar sagradas coplas, y marcaban el paso con ceño de verdugos los espantables sayones. La noche primaveral reía, esparciendo su respiración de perfumes. Nadie podía acordarse de la muerte.
»Y por que se celebren y publiquen con la solemnidad que es necesaria, sirviendo de atabales los cuatro vientos y de trompetas el Músico de Tracia , tan marido, que por su mujer descendit ad inferos, y Arión, que, siendo de los piratas con quien navegaba arrojado al mar por roballe, le dió un delfín en su escamosa espalda, al son de su instrumento, jamugas para que no naufragase, et coetus, et Amphion Thebanae conditor urbis ; y pregonero la Fama, que penetra provincias y elementos, y secretario que se las dicte Virgilio Marón, príncipe de los poetas, digan desta suerte: »Don Apolo, por la gracia de la Poesía, rey de las Musas, príncipe de la Aurora, conde y señor de los oráculos de Delfos y Delo, duque del Pindo, archiduque de las dos Frentes del Parnaso y marqués de la Fuente Cabalina, etc., a todos los poetas heroicos, épicos, trágicos, cómicos, ditirámbicos, dramáticos , autistas, entremeseros, bailinistas y villancieres , y los demás del nuestro dominio, ansí seglares como eclesiásticos, salud y consonantes.
Esta noche, y en adelante, se puso silencio á las trompetas y cajas, para que el enemigo no sintiese la venida del ejército: tambien la estrella llamada Sirio serenó la noche, y asimismo el dia siguiente.
Palabra del Dia
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