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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Pasó la noche en el corredor, sentado en el borde de una maleta, viendo cómo dormitaban otros con el embrutecimiento del cansancio y la emoción. Fué una noche cruel é interminable de sacudidas, estrépitos y pausas cortadas por ronquidos. En cada estación las trompetas sonaban precipitadamente, como si el enemigo estuviese cerca.
Callaron todos, tirios y troyanos; quiero decir, pendientes estaban todos los que el retablo miraban de la boca del declarador de sus maravillas, cuando se oyeron sonar en el retablo cantidad de atabales y trompetas, y dispararse mucha artillería, cuyo rumor pasó en tiempo breve, y luego alzó la voz el muchacho, y dijo: -Esta verdadera historia que aquí a vuesas mercedes se representa es sacada al pie de la letra de las corónicas francesas y de los romances españoles que andan en boca de las gentes, y de los muchachos, por esas calles.
Cuando al oscurecer del día 27 de Noviembre de 1723 los vecinos de Sevilla se disponían á recogerse en sus casas para entregarse al reposo se vieron sorprendidos por el ruído que por varias calles promovía el toque de trompetas y atabales, el paso de caballos y las voces de no poco concurso que rodeaban á los ginetes. La causa de todo aquello era la siguiente.
Madre España, por tu gloria, por el brillo de tu historia, por tu hazaña de tres siglos en la tierra de mi amor, por la sangre que vertiste en las Américas, por tus luchas tan homéricas, por la gloria de tu enseña bicolor, hoy levanto la ideal copa de mi canto, mientras dicen mis hermanos, los poetas, en estrofas peregrinas: ¡viva españa en Filipinas! ¡viva España y su memoria...! y proclaman las trompetas de la gloria tu mirífica victoria.
Dijo esto repetidas veces antes de volver al hotel, y lo pensó durante toda una noche de vigilia, cortada por pesadillas angustiosas. Bien avanzada la mañana le despertaron del sopor final las trompetas de los bersaglieri. Pagó su cuenta en el despacho del gerente y dió la última propina al portero, anunciándole que horas después vendría un hombre del buque á llevarse su equipaje.
ELSA. ¡Trompetas queridas! ¡Qué alegres suenan! ¡Cantad más alto, más alegremente, queridas trompetas! Acompañad a mi prometido, a mi espectro de los labios ardientes. Se ha retrasado un poco; pero hay que perdonárselo: se ha retrasado besándome. ¡Ah, Elsa, liviana doncella! No tienes pudor. ¿A quién acabas de besar en la obscuridad?
Las trompetas del regimiento sonaban mientras atravesaban la aldea... y todas las miradas buscaban a Juan, al pequeño Juan; pues para los viejos de Longueval siempre era el pequeño Juan. Cierto paisano todo arrugado y agobiado, no pudo nunca quitarse la costumbre de decirle al pasar: «¡Eh! buen día, chicuelo, ¿cómo te va?» Y tenía seis pies de altura el tal chicuelo.
No sabía el pueblo despedir a los suyos de otro modo. Luego que el batallón pasó, la calle volvió a quedar casi desierta, huérfana de animación y ruidos: durante unos minutos continuó oyéndose cada instante más débil el sonar de las trompetas, se cerraron los balcones y tornáronse los chicos a sus juegos.
Detrás venian cincuenta pages en buenos caballos; despues entraron tras ellos doscientos ginetes en muy buenos caballos, con seis trompetas, y estandartes en ellas de damasco carmesí, labradas de plata y oro las armas del duque, y luego un estandarte grande de lo mesmo y con la mesma divisa. Delante cuatro cornetas de las cuatro capitanías, de dos en dos.
Así, pongo por caso, cuando los evangelistas van escribiendo en unas tablillas lo que pasa y unos judíos tunantes vienen por detrás haciendo muchas muecas y contorsiones y les roban los estilos, los evangelistas, resignados y tristes, abren entonces los brazos y se ponen en cruz. Las trompetas resuenan otra vez para dar el pasillo por terminado.
Palabra del Dia
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