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Actualizado: 24 de junio de 2025
Seguían pasando en dirección opuesta los trenes militares. En la estación de Burdeos, la muchedumbre civil, pugnando por salir ó por asaltar nuevos vagones, se confundía con las tropas. Sonaban incesantemente las trompetas para reunir á los soldados. Muchos eran hombres de color, tiradores indígenas con amplios calzones grises y un gorro rojo sobre el rostro negro ó bronceado.
No peleaban por la salvación en la fuga. Peleaban sólo para vender caras sus vidas. Caras las vendían, en efecto, pero Morsamor notaba con angustia compasiva que sus fieles y devotos amigos iban cayendo también. De súbito el ronco clangor de retorcidas y bárbaras trompetas estremeció el ambiente. Mil y mil gritos salieron de las bocas de los indios, medrosos y aterrados.
Volvía a encontrarse en la iglesia, y ella estaba allí, ante él, inclinada sobre su reclinatorio con su linda cabeza encerrada en sus dos pequeñas manos. Luego principiaba a sonar el órgano, y allá en la sombra, a lo lejos, vagamente, Juan divisaba la elegante y fina silueta de Bettina. ¡Una niña, no era más que una niña! Las trompetas llamaron y comenzó de nuevo la maniobra.
Y luego de toser y llevarse la mano a la garganta, fijos los ojos en la imagen, rompía a cantar con una voz sorda que sólo él podía oír, pues se perdía con la confusa baraúnda de músicas, gritos, trompetas y aclamaciones. Una invasión de locura conmovía la estrecha calle, como si acabase de asaltarla una horda ebria. Cantaban a la vez cien voces, cada una con distinto ritmo y entonación.
De aquí la explicación de que encontremos en este período tan gran número de obras dramáticas que, al parecer, no se proponen otro objeto que hacer brillar el arte del maquinista y del decorador, y recrear á los espectadores con inundaciones y lluvias de fuego, con procesiones pomposas y marchas de ejércitos, y ensordecer los oídos con trompetas y clarines, truenos y terremotos.
13 Y los siete sacerdotes, llevando las siete [trompetas] de cuernos de carneros, fueron delante del arca del SE
Sentóse en la cama, y estuvo atento y escuchando, por ver si daba en la cuenta de lo que podía ser la causa de tan grande alboroto; pero no sólo no lo supo, pero, añadiéndose al ruido de voces y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó más confuso y lleno de temor y espanto; y, levantándose en pie, se puso unas chinelas, por la humedad del suelo, y, sin ponerse sobrerropa de levantar, ni cosa que se pareciese, salió a la puerta de su aposento, a tiempo cuando vio venir por unos corredores más de veinte personas con hachas encendidas en las manos y con las espadas desenvainadas, gritando todos a grandes voces: ¡Arma, arma, señor gobernador, arma!; que han entrado infinitos enemigos en la ínsula, y somos perdidos si vuestra industria y valor no nos socorre.
14 y cuando miró, he aquí el rey que estaba junto a la columna, conforme a la costumbre, y los príncipes y los trompeteros junto al rey; y que todo el pueblo de la tierra hacía alegrías, y que tocaban las trompetas. Entonces Atalía, rasgando sus vestidos, dio voces: ¡Conjuración, conjuración!
Cuando Gallardo saltó de nuevo a la arena al sonar las trompetas y timbales que anunciaban la última suerte, la muchedumbre se agitó con zumbido de emoción. Este matador era el suyo. Iba a verse lo bueno.
Rompían la marcha los oficios de la ciudad; seguiam 24 bordonadores; luego los prelados mas principales y algunos personages y ricoshombres: venia á continuacion la música de menestriles y trompetas: un castillo con 4 cirios de cera blanca; despues doce caballeros con hachas que acompañaban á pie á la Reina, y detrás de esta la de Nápoles, la infanta Doña Isabel y otras damas de palacio y de la ciudad en muy gentiles palafrenes.
Palabra del Dia
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