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Actualizado: 14 de junio de 2025


Además, habían hecho un beneficio al pueblo, conduciendo al altar a una porción de señoritas de veinticinco a treinta, que, sin este inesperado socorro, se hubieran ido desecando tristemente. Ahora eran casi todas esposas obesas y tranquilas, madres de familia felices, rigiendo una casa bien abastecida.

Subí al lado de Maal; había tenido que ceder tristemente a la insinuación de algunos pasajeros y a la prudencia del maquinista que no le daba la cantidad de vapor que él pedía.

Iba allí el tristemente célebre Dragut, atenido á su antigua ocupación de corsario desde que la conquista de la ciudad de África que gobernaba, por el Virrey de Sicilia, Juan de Vega, le enajenó la gracia del gran Señor, y no poco fueron debidos á su pericia marinera y práctica de las costas los resultados de la expedición de Piali.

Lo conozco bien... y no me fío de él ni de nadie... excepto de usted, Elena... La he visto a usted dulce, compasiva y valerosa, al lado de una miserable pecadora, la Briffarde... y he creído que tendría usted piedad de mi angustia. ¿Qué puedo hacer? dije tristemente.

Abrió los ojos, y volviéndolos tristemente hacia el doctor, le dijo: Y bien, ¿Germana está condenada sin remisión, puesto que esa mujer no tiene miedo de casarla con su amante? El doctor intentó persuadirla de que no se había perdido toda esperanza, pero ella le detuvo con el gesto. No mienta usted, pobre amigo mío.

En verdad, en verdad, tengo una obligación grave de averiguar quién es esa mujer. ¿No se llama Dorotea? ¿Quién os ha dicho que la hija de Margarita se llama Dorotea? exclamó con acento amenazador el bufón. Cuando se trata de esa mujer dijo sonriendo tristemente el padre Aliaga , todo os espanta. Como os espanta á vos todo, cuando se trata de la otra.

Á través de los siglos véola al frente de las otras naciones, pueblo rey entre todos los pueblos, grande en la guerra pero más grande aún en la paz, progresiva y feliz, sin más monarca que la voluntad de sus hijos, una desde Calais hasta los azules mares del sur. ¿Oíslo, señor de Morel? exclamó triunfante el caudillo francés. Pero ¿qué de Inglaterra? preguntó tristemente el barón.

Todo ha concluido, es libre, puede partir... y, sin embargo, no lo hace. Mira a su alrededor... ¡cuán feliz era tres meses antes, cuando salía de aquel gran patio, a caballo, en medio del ruido de los cañones que rodaban en el suelo de Souvigny! ¡Y cuán tristemente saldrá hoy! Antes su vida se limitaba ahí... ahora ¿hasta dónde irá?

Sonrió tristemente al oír la palabra probidad que tan mal concordaba con la irreparable desventura cuya responsabilidad pesaba, a sus ojos, sobre Oliverio. Es el más feliz de todos nosotros dijo. Y gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Dos días después Julia pudo ya dar algunos paseos por su habitación.

»¡Olga! exclamo. ¿Has podido pensar eso de ? ¿No te acuerdas?... »Y lo que le recordé fue cierta noche, en casa de su padre, cuando fui a pedir la mano de Marta y en que estuve a punto de retirarme tristemente con una negativa, pues Marta quería sacrificarse y sacrificar su dicha, para que yo pudiera elegir a otra.

Palabra del Dia

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