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¡Oh! la dije no puedo vivir separado de ti. Y acercándome a ella, la abracé y la besé en la boca de una manera ardiente. Amparo dio un gritó, se retiró y me miró de una manera profunda. Yo me rehice. He visto la carta en que te anunciaban el triste estado de nuestro amigo la dije. ¡Oh! dijo ella rehaciéndose a su vez yo corrí, volé; pero... añadió tristemente todos hemos llegado tarde.

D. Félix se estremeció, echó una rápida mirada de angustia al retrato de su hija y después de una pausa dijo con voz insegura: No puedo... Dígale usted que no puedo recibirla ahora... Que venga otro día. El ama de gobierno retiró su cabeza y bajó para trasmitir la nada grata respuesta. El capitán siguió midiendo el salón tristemente.

Y después de elegir tan bien, tras el tiempo preciso para persuadirse de que había acertado, aquella enfermedad rápida, brutal, y aquella muerte que trastornaba por completo las condiciones de su vida. «Tu crees que no podrás olvidar le decían sus amigas, pero el tiempo todo lo acabaEmilia sonreía tristemente y no contestaba por no gastar palabra en balde.

¿Qué tienes? le dijo al fin tímidamente. ¿Estás enfadado conmigo? ¿Por qué había de estarlo? contestó sonriendo tristemente. ¿Te remuerde por algo la conciencia? A no... pero... Miguel guardó silencio unos instantes: los ojos escrutadores de Maximina estaban posados con anhelo sobre él. Tengo que darte una mala noticia dijo al cabo dulcificando cuanto pudo la voz.

Y sin embargo aseguro que mi corazón era de Angelina, porque a las voces, en mis ensueños, no veía yo a Gabriela, sino a Linilla; a Linilla que me miraba tristemente, como si fuera a decirme: ¡Ingrato! ¿Por qué te olvidas de ? Aquello era una locura, un delirio, algo como un hechizo que me dominaba y me poseía. Me decía yo: ¿Estás enamorado de Gabriela?...

Pido a usted mil perdones, caballero, si he venido a importunarle, pero, usted conoce a mi sobrino, y por él conozco yo sus cualidades recomendables... Misia Casilda, francamente, no sabía cómo exponer el asunto que la llevaba, de modo que lo entendiera míster Robert y el buen nombre de Quilito no sufriera menoscabo. Esto es una consulta de médico, más bien insinuó sonriendo tristemente.

Usted endulza los últimos momentos de mi larga soledad; me ha vuelto la ilusión de los más dulces encantos de la vida, perdidos por hace tantos años. Alejándose usted hago mi último sacrificio... es inmenso. Se levantó y me miró un momento sin hablar. A mi edad no se abraza á los jóvenes continuó, sonriendo tristemente, se les bendice.

Maquinalmente, Pablo Aquiles y Casilda dijeron con la cabeza que no. Firmado el correspondiente recibo, Esteven recogió sus papeles y sin añadir palabra, salió como había entrado. ¿Quién reconocería en aquel personaje tan finchado, al tenedorcillo de libros de marras? ¿Te convences ahora? dijo Casilda mirando tristemente los billetes dejados sobre la consola.

Flavia se apartó de , buscando apoyo en la pared, y yo quedé humillado y tembloroso, sabiendo lo que había hecho, despreciándome a mismo, pero también resuelto a no desdecirme. Así permanecimos largo tiempo. ¡Estoy loco! dije tristemente. Aun loco te adoro, amor mío contestó. Tenía inclinado el rostro, pero vi el brillo de las lágrimas que surcaban sus mejillas.

Excusamos decir la algazara que con tal motivo se promovió en la elegante sala del Español. El señor Azorín y el individuo bromista tuvieron que abandonar el teatro entre las protestas de los espectadores.» Y Azorín, que le ha leído a Sarrió este suelto, ha dicho tristemente: Esta es, querido Sarrió, la manera que tienen los hombres de escribir sus historias.