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Actualizado: 14 de junio de 2025


Un día, cuando ya puede decirse que estaba moribunda, la sorprendió Raimundo de rodillas limpiando con un paño el pie de una mesa. Quedó estupefacto, y después de reñirla cariñosamente la levantó cubriéndola de besos. Una amiga devota que vino a visitarla la insinuó que debía confesarse. Isabel se impresionó tristemente.

Todo eso es horroroso le dije un día, tanto, que si hubiera de salvar yo alguna casa de esta ciudad de réprobos, sólo una señalaría en blanco. ¿La de usted? preguntó Magdalena. La mía precisamente para salvarme con usted. Al oír tales y tan rudos anatemas, Magdalena solía sonreír tristemente.

¿Y entonces qué haremos? No lo todavía; es preciso reflexionarlo. Por otra parte, acaso no sea por Federico por quien sepamos donde está la señorita Guichard ... Tu mujer es muy capaz de burlar la vigilancia de Clementina y escribirte ... El joven movió tristemente la cabeza. ¿Cómo ha consentido en acompañarla? ¡Buena es esa! ¿Sabes cómo habrán pasado las cosas?

Pepe, sin contestar, dejó caer tristemente la cabeza sobre el pecho. El mozo que se había acercado a preguntar a Millán lo que quería tomar, se alejó, sin atreverse a pronunciar palabra. Tras unos segundos de silencio, esforzándose por parecer sereno, Pepe se limpió el rostro con el pañuelo, diciendo: ¡Sea lo que Dios quiera! ya no me importa nada lo demás.

Don Mariano, con los ojos cerrados y la cabeza tristemente doblada sobre el pecho, dejó volar el pensamiento por todos los sucesos de su ya larga existencia, y en todos ellos, prósperos o desdichados, veía la imagen de su esposa, de la inseparable compañera de su vida.

En fin, puesto que todo está en regla, bebamos una copa de rikevir. ¿Qué dice usted de esto, Catalina? Los del Sarre pueden llegar de un momento a otro, y no tenemos un minuto que perder. Tiene usted razón, Juan Claudio respondió la anciana labradora tristemente . Anita, baja a la cueva y trae tres botellas de la despensa. La criada se marchó corriendo.

Pasan las horas, la lámpara se apaga, Martín se ha quedado dormido en su espera y sueña con la vuelta de su hermano... Al día siguiente por la mañana, lo despiertan. Asustado y tembloroso, mira a su alrededor. Sus ojos se posan sobre la cama vacía, en la que su hermano debía acostarse, su primer lecho después de seis semanas. Se deja estar allí tristemente, de pie, con la mirada fija.

El arroyo tiene entonces el color gris del hierro; las hierbas del fondo ondulan tristemente; el agua, tan alegre y susurrante en la época de las flores, parece que en su masa lleve algo doloroso y sombrío. Algunos viejos raigones situados cerca de la orilla aparecen cubiertos con mantos de nieve.

Señor duque respondió el doctor , puesto que estamos solos, podemos hablar de cosas serias. Creo que no he ocultado a usted el estado de su hija. El duque hizo una pequeña mueca sentimental y dijo: Verdaderamente, doctor, ¿es que no se puede ya esperar nada? Yo creo, falsa modestia aparte, que es usted capaz de un milagro. Le Bris movió tristemente la cabeza.

No pensemos en lo imposible añadió Cristeta tristemente ¿Has querido verme para que sufriéramos los dos? Ya estarás satisfecho; pero basta... ¡por la Virgen Santa!

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