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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Y el mismo punzante deseo que á Nolo le acometió á ella: el de despedirse y darle testimonio de su constante amor. Al día siguiente toda la mañana empleó en los preparativos de su viaje. Efectuáronse éstos en silencio y tristemente. La casa estaba como si hubiera muerto alguno. Después de comer manifestó que iba á Lorío á despedirse de Flora; la avergonzaba mucho manifestar su verdadero designio.
¡Ah!... lo sé replicó el marqués, sacudiendo tristemente la cabeza ; llora por causa mía... llora por causa del hombre a quien ha honrado con su amistad... con su estima... y a quien contempla hoy caído en la última degradación... pero si le causo lástima... si le causo horror... ¿de quién fue la culpa sino de esa miserable mujer que acaba de irse? ¡Señor de Pierrepont!
Estaba Paz sola en su cuarto, tristemente impresionada con la despedida de por la mañana, todavía en ropas de levantar, sin gusto para engalanarse, descuidado el vestir y no muy enjutos los ojos, cuando entró la doncella diciendo que un sacerdote deseaba hablar a la señorita.
Don Quintín se alejó tristemente, imaginando que pues Mariquita, a pesar de ser tan guapa, no tenía con qué pagar el cuarto, era criminal poner en duda su moralidad, y que la acusación de escándalo y descaro era calumnia porteril.
Caía la tarde. Sólo algunos minutos faltaban para que el sol alcanzase la línea del horizonte; lanzaba sus resplandores, trazando líneas dilatadas de luz y sombra, sobre la llanura tristemente salpicada por las viñas y las marismas, sin árboles, apenas ondulada, abriéndose de distancia en distancia por una lejanía sobre el mar.
Al cabo el mozo de la Braña alzó la suya. Por sus mejillas se deslizaba una lágrima, pero en sus ojos altivos se leía una firme resolución cuyo fruto pronto hemos de ver. Se despidieron tristemente para ir á la cama. Mas antes de llegar á ella oyeron gran tumulto en la casa vecina, que era la de la tía Basilisa, gritos, lamentos, imprecaciones.
Su aprensión creció mucho cuando, al llegar a las canteras, él y su madre oyeron el ruido misterioso del telar. ¡Ah! ¡Era como yo lo pensaba! dijo tristemente la señora de Winthrop.
Y el viejo vacilaba, miraba fijamente á Isagani, y despues tomando una resolucion, hizo con la mano un gesto como alejando una idea. Adivino lo que usted quiere decir, continuó Isagani sonriendo tristemente; usted quiere decir que un gobierno colonial, por lo mismo que está constituido de un modo imperfecto y porque se funda en premisas...
Y... ¿ella lo sabe? Debe saberlo... es una cosa que no se puede ocultar... ¿Cómo?... balbucí. ¿Tú no... no... se lo has dicho? Roberto sacudió tristemente la cabeza.
¡No! contestó Isagani moviendo tristemente la cabeza; quiero quedarme aquí, quiero verla por última vez... ¡mañana ya será otra cosa! ¡Cúmplase el destino! exclamó entonces Basilio alejándose á toda prisa.
Palabra del Dia
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