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Actualizado: 28 de junio de 2025


Llegados ya todos á Malta tornó la gente á morir, mucho más que en Zaragoza: la causa de esto era el mal pasar de tanto tiempo por la mar, y para los grandes fríos que hacía estar la gente desnuda y sin pagas, trayendo, como traían, mucha ropa de Génova y Milán. Dejaron morir muy mucha gente de frío por no darles á tiempo de vestir.

Cuando se presentaron dos mozos de cordel trayendo a cuestas una parte de los muebles, el señor Vicente se despidió. Tenía que hacer propaganda aquella tarde. Ahora visitaba a la gente de la carretera de Extremadura: unos pobrecillos sin más medios de existencia que el trabajo en los tejares durante el verano y el robar cardillos y leña de la Casa de Campo.

Ramiro solía quedarse hasta la noche en el último piso del torreón, escuchando los cuentos y parlerías de las mujeres. Allí terminaba la tiesura solariega. Allí se canturriaba y se reía. Allí el aire exterior, en los días templados, entraba libremente por las ventanas, trayendo vago perfume de fogatas campesinas y el sordo rumor de los molinos y batanes en el Adaja.

Hizo un esfuerzo y trayendo hacia la barba el embozo sucio de la sábana rota, continuó: Ítem: muero por falta de tabaco.... Otrosí... muero... por falta de alimento... sano.... Y de esto tienen la culpa el señor Magistral, y mi señora hija.... Vamos, don Santos se atrevió a decir el cura no aflija usted a la pobre Celesta. Hablemos de otra cosa. Ni usted se muere, ni nada de eso.

Otra, al lado opuesto de la composición y sentada de espaldas al espectador, desenreda con la mano izquierda la madeja enmarañada en una devanadera sosteniendo en la derecha el ovillo, en tanto que parece oír lo que le dice una jovencilla que se le acerca trayendo un cesto.

15 Y después de estos días, apercibidos, subimos a Jerusalén. 16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a un Mnasón, cipriano, discípulo antiguo, con el cual posásemos. 17 Y cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.

A fin de tenerle más sujeto, dispuso aquel Tetrarca con faldas que la criada hiciese los pocos recados que en la casa se ofrecían; buscó y pagó persona que acudiese a los centros oficiales de donde había que recoger las sacas del tabaco y los pedidos del papel sellado; obligó a su esposo a encargarse de la venta desde que se abría hasta que se cerraba el estanco para que no tuviera momento libre, y, finalmente, decidió pasar el día sentada junto al mostrador, en continua vigilancia, con propósito de morder y arañar a quien se presentase trayendo carta o recado sospechoso.

Tráeme lo que quieras con tal que vengas pronto. Y no tardó en volver, trayendo un plato de pescado. «Hijo de mi vida, le mató». ¿Quién? El marqués a Aparisi... le dejó en el sitio. Cuenta, cuenta. Pues de primera intención soltole a su enemigo un delirium tremens a boca de jarro, y después, sin darle tiempo de respirar, un mane tegel fare. El otro se ha quedado como atontado por el golpe.

Fuerza fue esperar pacientemente el turno de bultos rotulados A. M., frente al gran mostrador, donde se alineaba respetable fila de maletas, cajas y cajones de toda especie que iban trayendo a hombros los mozos de la estación, agobiados, hinchadas las venas del cuello.

Sólo Sancho, de todos los presentes, estaba en su mesmo juicio y en su mesma figura; el cual, aunque le faltaba bien poco para tener la mesma enfermedad de su amo, no dejó de conocer quién eran todas aquellas contrahechas figuras; mas no osó descoser su boca, hasta ver en qué paraba aquel asalto y prisión de su amo, el cual tampoco hablaba palabra, atendiendo a ver el paradero de su desgracia; que fue que, trayendo allí la jaula, le encerraron dentro, y le clavaron los maderos tan fuertemente que no se pudieran romper a dos tirones.

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