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Actualizado: 25 de junio de 2025
El joven D. Diego Hipólito Félix de Cantalicio había sido educado conforme a sus altos destinos en el mundo, bajo la dirección de un ayo, de que después hablaremos, y aunque era voluntarioso y propenso a sacudir el cascarón de la niñez, arrastrando por el polvo de la travesura juvenil el purpúreo manto de la primogenitura, su madre le tenía metido en un puño, como suele decirse, y ejercía sobre él todos los rigores de su carácter.
Una mañana la pobre vieja, que solía retrasarse en el pago de la licencia municipal del puesto de legumbres, fue llevada a la prevención y, de resultas, tomó tal sofocón, que murió a las pocas horas, viniendo el chico a quedar en la calle, sin más amparo que Dios, con la travesura por instinto y la ignorancia por guía.
Además, el criado conquista el favor y la mano de su señora, el vasallo la de su princesa soberana, y con tal que anden en el juego el amor, el ingenio, la travesura y la sagacidad, se justifica y hasta se ofrece como modelo la empresa más temeraria. ¿Y á qué se dirige todo esto sino á embellecer la depravación, á paliar el libertinaje y á convencer insensiblemente á la doncella más cándida de que sólo honra como merece á su hermosura y á su prudencia entablando relaciones amorosas? ¿Cómo podrá una madre censurar las faltas de su hija, contrarias al pudor y á la modestia, si, al llevarla al teatro, ve que en la escena se aplauden las mismas faltas que ha reprobado antes?
Siempre había permanecido soltero; tenía una lengua como un hacha, con la que destrozaba las reputaciones; y en su maligno rostro, en sus ojos vivarachos y algo bizcos, en su nariz aguileña y en su boca sumida y burlona se revelaba cierta diabólica y punzante travesura.
Esta había desmontado sin abandonar su lazo. Con la astucia y la ligereza de un indio empezó á marchar á gatas por la suave pendiente, sin que el más leve ruido denunciase su avance. A pocos metros de aquel hombre se incorporó, riendo en silencio de su travesura, mientras hacía dar vueltas al lazo con vigorosa rotación, dejándolo escapar al fin.
Y al mismo tiempo le aplicó en el brazo un soberano pellizco. Jacinto lo recibió con más gusto que si todos aquellos ángeles y serafines que veía cruzar radiantes le hubiesen besado en la mejilla. Pero aún estuvo algunos momentos sin poder articular una palabra. Al fin se les desató á ambos la lengua. Ella, vencida ya aquella vergüenza que la obligaba á parecer desdeñosa, mostró en seguida la travesura y alegría de su genio.
Decir esto, y como cobijarse el maligno gozque con ligereza y travesura del mismo diablo, fué todo un punto, no habiendo arremetida en que no dejase alguna prenda por despojo bajo la salvaguardia del soldado, volviendo a la carga más desesperadamente, brincando, latiendo, lanzándose y agazapándose, siempre huyendo y siempre burlando los quites y reparos de aquella gente salteada.
En carnaval era el que ponía las mazas a todo el mundo, y aun las manos encima si tenían la torpeza de enfadarse; si era descubierto hacía pasar a otro por el culpable, o sufría en el último caso la pena con valor, y riéndose todavía del feliz éxito de su travesura.
Echome las manos a los ojos, y sujetándome por detrás: ¿Quién soy? gritaba alborozado con el buen éxito de su delicada travesura. ¿Quién soy? Un animal iba a responderle; pero me acordé de repente de quien podría ser, y sustituyendo cantidades iguales: ¡Braulio eres! le dije. Al oírme suelta sus manos, ríe, se aprieta los ijares, alborota la calle, y pónenos a entrambos en escena.
La Condesa se hubiera quedado sola con su servidumbre, si el cielo no hubiera dispuesto que el más alegre y entendido de sus hijos, cuando apenas tenía doce años, hiciese la travesura de montar en un potro cerril, que se despeñó y rodó con él por un barranco, dejándole lisiado para siempre, y tan cojo, que difícilmente podía salir de casa, a no tomar muletas, en vez de tomar las armas.
Palabra del Dia
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