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Actualizado: 10 de junio de 2025
Que eso no os aliente para exigirme igual conducta cuando estemos solos. ¿Y eso por qué? Si yo no os tratase delante de esas gentes como á un amante favorecido, creerían que me burlaba de vos. Yo no quiero que nadie pueda creer tal cosa. Os aprecio y os respeto demasiado para que yo os ponga en ridículo delante de nadie.
Y yo les doy mi palabra de olvidar en seguida lo que haya sabido. Tragomer y Vesín se estrecharon afectuosamente la mano. El vizconde encendió un cigarrillo y dijo con tanta calma como si se tratase de una expedición de placer: Como usted comprenderá, el negocio para nosotros es no asustar á los verdaderos culpables.
Juzgando que todo lo que guardaba relación con las letras, fuesen impresas ó manuscritas, merecía que se tratase con el debido respeto consagrándole tiempo y espacio suficientes, nunca leía las cartas cuando se las entregaban.
En conciencia, me debes una prima y al decirlo, reíase el hombre político, y golpeaba a Miranda en las mejillas, cual si de un niño de ocho años se tratase. Con tan alto patrocinio se presentó Miranda en la pacífica morada del feudatario colmenarista, siendo en efecto recibido cual lo exigía el venir de tal persona recomendado.
Perdóneme usted, señor conde, pero no creo tener que aprender los deberes que ya ejercía con honor cuando usted estaba en la cuna. Sí dijo el conde un poco dulcificado; sé que es usted un antiguo amigo; pero hay cuestiones que no son de su competencia. Si se tratase de un acta notarial, en hora buena. No se trata de otra cosa declaró Hardoin sencillamente. Raúl se detuvo desconcertado.
Si era absolutamente preciso resignarse a un buen matrimonio, y no veía otra salida, ¿por qué no ella mejor que una pécora cualquiera que hiciese sonar demasiado su dinero y que, al menos, le tratase de igual a igual siendo su señor y dueño? Blanca, la pobre, se estimaría muy feliz siendo su humilde servidora. Porque no había duda, ya le adoraba como hermano. ¿Qué iba a ser ahora?...
¡Clara, perdón! ¡No te vayas! ¡Aparta, aparta, miserable! Ya he sufrido bastante. ¡Mi corazón no puede más! Y como Tristán tratase de retenerla, le dio con su brazo vigoroso un empujón que le hizo caer de espaldas. Cuando se levantó, su esposa bajaban ya la escalera con el niño y Juana detrás de ella. Se puso en pie. La vergüenza y la cólera ardían al mismo tiempo en su pecho.
El cura colocaba cerca de sí la caja de rapé, un gran pañuelo a cuadros sobre el brazo del sillón y la lección comenzaba. Cuando no había sido muy grande mi pereza, las cosas iban bien, mientras se tratase de deberes a corregir, porque aunque fuesen siempre de lo más corto posible, por lo menos estaban hechos con prolijidad. Mi letra era clara y mi estilo fácil.
La mujer se quedó un rato sin responder, con los ojos fijos y el oído en tensión, como si tratase de penetrar el sentido de las palabras de Elena. ¿Colocarlos? ¿Los chicos?... ¡Ah! sí, sí quiero... Las niñas con las monjas... de la Celle... Debe de costar caro... Los dos pequeños al Asilo, o en casa del padre Boussel, en Auteuil... ¿Sabe usted?
Cuando los ciclos legendarios de la Grecia habían sido ya desenvueltos de un modo maravilloso por el genio de Esquilo en trilogías dramáticas que parecían insuperables, Sófocles logró, sin embargo, aventajarle. No hubiera conseguido esto, si guiado por el amor propio tratase de superarle buscando mayores y más vivos efectos, esforzando las galas del lenguaje.
Palabra del Dia
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