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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Amigo dijo Pinilla, mirándole con mucha sorna, usted lo dijo; ¿no se acuerda usted ya de aquella parte de su discurso en que decía: "¿Nos detendremos con timidez, asustados de nuestra propia obra? No. Estamos en un intermedio horrible. La mitad de este camino de abrojos es el mayor de los peligros. Detenerse en esta mitad es caer; es peor que no haber empezado."

A veces, bajo el influjo de una gran contrariedad, o acongojado por la timidez amorosa, estaba cierto, puesto que recibía la sensación, de que se le erizaban los cabellos del peluquín. ¿Qué podía ser esto, sino que el espíritu del difunto montaba en cólera contra el profanador de sus restos mortales?

Muy moreno, con una barba castaña ligeramente rizada, parecía un poco azorado por la aparición del forastero; pero este movimiento de timidez no le quitaba nada de su natural prestancia. De pie junto a un sillón, con el sombrero en la mano, aguardaba seriamente que el recién llegado hubiese dejado de hablar para despedirse de la dueña de la casa.

Las dos monjas las recogieron con timidez: la muerta se las había dado para sus obras de caridad. Luego quedó cerrada la tapa, desapareciendo para siempre la que minutos antes era una mujer hermosa que los hombres no podían ver sin estremecimientos de deseo. Las cuatro tablas sólo guardaban harapos rojizos, carnes agujereadas, huesos rotos.

No por esto osaba aproximarse, como si una irresistible timidez le cerrase el camino de la finca mientras brillaba el sol. Desde que era pretendiente no podía presentarse como amigo. Su llegada podía resultar embarazosa para la familia de Pep. Temía que la muchacha se ocultase al verle.

Todos están buenos, ¿verdad? profirió Elena con extraña timidez y deseos de volverse. La salud es la riqueza del pobre. Viene el agua, viene la escarcha, calienta el sol hasta quemarnos, pero todo eso no nos quita de dormir a pierna suelta y comer lo que hay con apetito. Pues lo demás vale bien poco murmuró Elena con un suspiro.

En este momento, dijo sonriendo ; pero no le molestaré mucho con mi presencia. Y el panzudo burgués se mostraba obsequioso, humilde, como si pidiera perdón por haber usurpado su puesto en la cárcel. Yáñez le miraba fijamente: tanta timidez le asombraba. ¿Quién sería aquel sujeto?

Al entrar él, volvíanse todos para contemplar la fisonomía de ese anciano, firme y tieso con sus setenta y dos años, sus largas barbas canas, su interminable hopalanda, su ojal lleno de cintas con los distintivos de todas las academias científicas, y aquel extraño aspecto, que revelaba a un tiempo timidez y desenvoltura.

Al lado del dueño estaba el último convidado, el más reciente en la casa, un joven pálido, larguirucho y miope, que miraba á todos lados con timidez, conteniendo sus movimientos. Era un profesor español, un doctor en ciencias, Carlos Novoa, pensionado por el gobierno de su país para hacer estudios de la fauna marítima en el Museo Oceanográfico.

Se interrumpió doña Zobeida, mirando con timidez a Maltrana, como si temiese ofenderlo con sus aclaraciones. Usted que sabe tanto habrá comprendido que este alférez era un gran personaje, y que le llamaban así no porque fuese de milicia, sino porque siempre que había nacimiento o casamiento de reyes, él era el que sacaba el pendón del monarca como alférez real y daba el primer viva.

Palabra del Dia

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