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Seguila por una galería de arcos con suelo de ladrillo, cerrada de cristales. Por ellos se veían muchas flores y plantas. Parose delante de una puerta, empujola y me dijo: Pase y siéntese. Cuando principie la misa, ya se le avisará. Había en los ojos de la monja, en su voz y en sus ademanes una firmeza que distaba mucho de la cortedad y timidez que yo juzgaba antes inherentes a toda religiosa.

Esto hace, señor, que V. A. haya de mirar como estimables efectos de la generosa piedad de vuestro padre, lo que se os ofrece como á tan amado y tan amante hijo, y este título lo hace crecer tanto, que fué en lo que últimamente resolvió mi respetuosa timidez, para ofrecer á un Fernando, Príncipe de Asturias, aquello que se dignó mirar como suyo un Philipo, Rey de las Españas.

Aquellas vacilaciones, aquellos miramientos, aquella timidez en persona tan desenfadada y atrevida, nacen de respeto, y no de menosprecio. Además, un hombre de mundo, entendido como es él, no podía caer sino por un breve instante en tan absurda alucinación.

Varmen, la mayor, que unía á su timidez juicio y dulzura, era bien querida en el lugar, en que, hablando de ella, sellaban su elogio con decir, según la expresión del país, que era arrimadita á la iglesia.

No tenía más que bajar al ventorrillo y subir a caballo apenas se abriesen las puertas de la casa. No me voy: no me voy decía él con voz suplicante y un fulgor de pasión en los ojos. No me voy... ¿Y quieres que me vaya?... Se pegó más a la reja, murmurando con timidez la condición que exigía para irse.

, está en casa; dice ella sin dejar de mirarlo. «¿Qué diablos querrá contigopiensa el soldado tratando de vencer su timidez. Después de su estancia en Berlín, Juan tiene algunos motivos para considerarse un poco conquistador, y es para él una cuestión de honor aproximarse al seto y trabar conversación con la joven. ¿Se trabaja? pregunta, por decir algo.

Alentado por este juego habilísimo, se iba confiando cada vez más, se entregaba por completo, feliz con desembarazarse de tanto pensamiento ridículo, con confesar aquella extraña y dolorosa timidez que le atormentaba.

Pensaba el muy tuno que lo mejor era cortar por lo sano, planteando la cuestión desde el primer momento con limpieza y claridad. La salita en que estaba tenía ese lujo allegadizo que sustituye al verdadero allí donde el concubinato elegante vive aún en condiciones de timidez y más bien como ensayo.

Te has olvidado aquí el dinero dijo alargándole otra vez la cartera. No me he olvidado. Es para también. ¿Para ? exclamó él poniéndose pálido. ¿No lo quieres? preguntó ella con timidez poniéndose encarnada. No; no lo quiero replicó él con firmeza. Clementina no se atrevió a insistir. Tomó de nuevo la cartera, sacó de ella los billetes y la volvió a entregar al joven.

Dupont quedose con la vista fija en su empleado y éste comenzó a explicarse con cierta timidez.