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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Cuando vio a Muñoz se entristeció, le tendió la mano casi con timidez. Sus ojos expresaban dulzura y seriedad. Lucía caminó rápidamente hacia ella. ¡Qué bonita estás! exclamó contemplándola con admiración. En seguida, para dejarla con Muñoz, le hizo un signo de inteligencia, agrandando los ojos y sonriendo; le dio la espalda y fue a tomarle las manos a Charito.
Primer escollo: que se te vayan los ojos tras de aquel a quien mires, lo cual es rendirte, entregarte como atada de pies y manos, hacer que se entibie el amor si ya le inspiras, o que burlen y profanen y escarnezcan tu amor si no te corresponden. Segundo escollo: que por timidez o desconfianza mires como asombrada y arisca, exponiéndote a pasar por boba o por sosa no siéndolo.
Pero... ¿vendrá él con nosotros? preguntó Magdalena mirando a su padre con cierta timidez. Sí; vendrá, ya que te es necesaria su presencia. ¿Y no le reñirá usted? No será un papá tan malo como lo fue ayer ¿verdad? No abrigues ningún temor. Ya sabes que me he arrepentido, puesto que anoche mismo le escribí para que venga.
¿No?... Pues juraría... Pero, en fin, lo mismo da. De todos modos, yo estaba muy alegre aquella tarde, y si hubiera tenido ganas de pagarlas y dinero, seguramente las hubiera pagado. No hay momentos más felices que estos en que el hombre todavía no ha perdido la timidez. No me da vergüenza confesarlo. Ayer me concedió por primera vez María-Manuela un beso.
Algo intimidado en presencia del famoso dueño de Villa-Sirena, confesaba su origen humilde sin orgullo y sin timidez. Era un pobre, hijo de pobres.
Yo... murmuró la Nela con timidez, sin dejar de la mano su tocado no sé... dicen que cuando niña era muy bonita.... Ahora.... Y ahora también. María, en su extraordinaria confusión, pudo hablar así: Ahora... ya sabes tú que las personas dicen muchas tonterías... se equivocan también... a veces el que tiene más ojos ve menos. ¡Oh! ¡Qué bien dicho! Ven acá: dame un abrazo.
Aún no hacía veinticuatro horas que se conocían, y Fernando la hablaba con absoluta confianza, libre de los retrocesos que inspira la timidez, como si un largo trato de años hubiese desgastado entre ellos todas las angulosidades de la prudencia y el miedo.
Bueno, ya estaban en la esquina, pero por un poco más nada se perdía; prolongaría el plazo hasta un farol que estaba tan próximo. Pero en llegando allí no había excusa. Hablaba, o era capaz de arrancarse la lengua. Y así pasaba la pareja por todas las etapas que la maldita timidez de Juanito iba marcando, sin llegar a decidirse.
Sería generoso de vuestra parte continuó Catalina , que considerarais de vuestra parte la timidez de Marta. No podréis darle mayor prueba de afecto que contentaros con la revelación que me habéis arrancado... Por Dios, señor, os lo ruego, no le habléis de amor. Ofenderíais su honesta reserva, y no debo ocultároslo, y se marcharía de Orsdael para preservar su honor de toda apariencia de debilidad.
Cecilia era de condición reservada y silenciosa, sin dar por eso en taciturna. Ordinariamente no hablaba más que cuando le dirigían la palabra; pero sus contestaciones eran suaves, claras, precisas. No era la nota distintiva de su carácter la timidez, que suele prestar soberano hechizo a las jóvenes.
Palabra del Dia
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