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Actualizado: 28 de junio de 2025
Esto no marcha... Los demás se quejan de calor; dicen que cada vez pica más el sol, y yo tiemblo si me quito la manta... Y lo que me da más rabia es que el médico, don Carmelo el oficial y otros me miran como si les hubiese engañado, y dicen que si llegan a saber esto no me dejan embarcar, porque allá en Buenos Aires no quieren enfermos... Pero señor, ¡si yo me embarqué sano y bueno!, ¡si es este maldito mar que no me prueba!...
Tal efecto hace en mi espíritu turbado todo lo que se refiere a devociones y piedades, que siempre que escucho el son de un órgano, tiemblo de emoción; las campanas de la iglesia hacen palpitar mi pecho con ardiente viveza; la oscuridad de los templos me marea, y Jesucristo crucificado no puede serme amable si no me lo presento con el mismo rostro que veo en todas partes... Esto espanta, ¿no es verdad?
No señora. No tengo valor para tanto. Además, tiemblo al pensar lo que ocurriría en esta casa si yo hablase. ¿Qué pensaría mi pobre Andresito? ¿Qué diría don Eugenio, que es la honradez personificada? Y la verdad es que debía hablar a mi marido para abrirle los ojos, pues aunque resulte un malvado en casa, es un tonto fuera de ella. Esa mujer le engaña y se burla de él.
¡Suponiendo que estén allí! dijo Roussel moviendo la cabeza. ¿Dónde cree usted que podrán estar? Bobart, en el demonio; yo me refiero á Clementina. Desde el momento en que no le ha necesitado, le habrá puesto en la calle sin tardanza. Pero ... ¡Ella! ¡Tiemblo á la idea de que pudiese aparecer! ¡Aquí! dijo Mauricio con un ademán de duda. Si, hijos míos; aquí.
¡Hola! dijo ella con una sonrisa repugnante ; ¡hola! ¡tú, tan fuerte, y tiemblas! Tiemblo... tiemblo... Si crees que es posible sentir tu garra sobre mi piel, te equivocas. Pero, si en lugar de ese cuero negro y curtido se tratase de una mano blanca y regordeta, ya verías entonces si Kernok... Y balbuceaba, bajando involuntariamente la vista ante la mirada fija e insistente de la bruja.
No me atrevo a comprenderos, señor respondió el aya . Un favor, un honor semejante para una pobre sirvienta... Me habéis comprendido, Marta. Pues bien, hablaré claramente. ¿Queréis ser mi mujer y compartir mi fortuna? Dadme la mano y no agreguemos nada más. Marta puso su mano en la suya. Estáis conmovida, tembláis exclamó alegremente Mathys . Es natural, yo mismo tiemblo de alegría.
Llegó la hora: me voy, no sea que papá suba y me sorprenda... no puedo respirar, tiemblo como si tuviera miedo, y no tengo miedo, pero sí tristeza, mucha tristeza... Fué al dormitorio, y de la percha descolgó el sombrero; la vista de objetos que le eran familiares, le causó emoción tan grande, y sobre todo, el papel clavado en la almohada, a manera de fúnebre inri, que se puso a sollozar.
Vais a pasar por una prueba suprema, Marta, y tiemblo al pensar que os falten las fuerzas necesarias. ¿Qué nuevo dolor me espera? No importa, mi valor no sucumbirá. ¡Fatales ilusiones! suspiró la campesina . Sois tan dichosa en poder saborear el amor de vuestra hija, que lo olvidáis todo y no hacéis más esfuerzo para librarla de su triste esclavitud.
Estoy por salir a buscarle yo misma, como loca. Sólo me detiene el temor de que sean mayores el escándalo y la vergüenza. Hermano mío, por piedad, corre; busca a Braulio. Temo, tiemblo por su vida. ¡Qué horror! El no me ha dado muerte: él me ha besado, creyéndose mortalmente ofendido. Y, en pago de tanto amor, yo le mato.
Ha sido mi hijo gravemente herido en desafío con el coronel Hugo; ¡tiemblo tanto por su alma como por su vida! yo no sé quién tendrá razón de entre los dos, pero a los ojos de Dios ambos son culpables; procuraré que Alfonso se arrepienta de la falta cometida; la vida sólo Dios puede quitarla y, es un pecado gravísimo el que los hombres cometen cuando atentan a ella.
Palabra del Dia
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