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Actualizado: 28 de junio de 2025


LEONOR. Ten de compasión; si por ti tiemblo, por ti y por mi virtud, ¿no es harto triunfo? ; yo te adoro aún; aquí, en mi pecho, como un raudal de abrasadora llama que mi vida consume, eternos viven tus recuerdos de amor; aquí, y por siempre, por siempre aquí estarán, que en vano quiero, bañada en lloro, ante el altar postrada, mi pasión criminal lanzar del pecho.

¡No! me repuso, la noche me gusta más... vámonos, tiemblo de que el sol me sorprenda en la calle y arrastrándome con fuerza, bajamos la escalera y me obligó a conducirla al toilette. Adiós... le dije estrechándole la mano. Adiós me replicó apretándome la mía en que quedaron impresos sus dedos finos y nerviosos. Al dar vuelta, me encontré con don Benito que acababa de abandonar a su compañera.

Lo que hay, muchacho, es que, por lo mismo que les quiero tanto, me preocupa su suerte y no puedo ver con tranquilidad cómo Antonio se mete de cabeza en tan peligrosas aventuras. ¡Ay, mi pobre tienda! Tiemblo al pensar que puede ser deshonrada para siempre. He oído decir que los marinos viejos sienten una pasión loca por el barco en que han pasado su vida. Lo mismo soy yo con Las Tres Rosas.

Y no obstante, yo la prefiero altiva y soberbia, cuando pasea su mirada distraída por los objetos y contesta á un saludo profundo con leve inclinación de cabeza. Mujeres hay muchas; damas muy pocas. Cuando me acerco á ella tiemblo de los pies á la cabeza, pero este temblor me hace gozar extraordinariamente. Son misterios de mi organismo que á nadie se pueden confiar, porque nadie los entendería.

No temas nada, no me apartaré de ti. ¡Ay! no es por por quien tiemblo, querida Marta; es por vos que sufro tanto sin ser culpable. Mi madre puede castigarme cruelmente. Eso no es nada; pero, ¿y si se le ocurriera castigar mi falta en vos, en mi presencia? No, no; te estás agitando por un vano temor. Vamos, no podemos hacer esperar a tu madre. Ten calma y sígueme.

El día toca a su fin: tengo que trabajar todavía y no me alcanza el tiempo para conversar largo rato contigo. Es cosa resuelta que vayas al convento. ¡Oh, Marta, mirad cómo tiemblo! Haces mal. Escucha lo que voy a decirte. Mañana a las diez, vendrá un coche a buscarte... ¿Por qué te asustas tanto? No hay la menor razón para ello. ¿Es acaso tan dulce y agradable la vida en este estrecho calabozo?

Pero no tienen ellos la culpa, sino los simples que los alaban y las bobas que los creen; y si yo fuera la buena dueña que debía, no me habían de mover sus trasnochados conceptos, ni había de creer ser verdad aquel decir: "Vivo muriendo, ardo en el yelo, tiemblo en el fuego, espero sin esperanza, pártome y quédome", con otros imposibles desta ralea, de que están sus escritos llenos.

Rezaba el joven sus oraciones cuando oyó un discreto golpe dado á la puerta y casi en seguida entró Gualtero con un candil, pálido el rostro y temblorosas las manos. ¿Qué ocurre, amigo? le preguntó prontamente Roger. Apenas qué decirte. Me asaltan los más tristes presentimientos y tiemblo sin saber por qué. ¿Te acuerdas de Tita, la hija del artista de Burdeos?

Yo no como me avendré con ellos, Los puestos se lamentan, los no puestos Gritan, yo tiemblo destos y de aquellos. , señor, que eres dios, dales los puestos Que piden sus ingenios: llama, y nombra Los que fueren mas habiles y prestos. Y porque el turbio miedo que me asombra, No me acabe, acabada esta contienda, Cubreme con tu manto y con tu sombra.

Todavía tiemblo. ¿Entonces la hija después del padre? ¡Pero esta familia tiene la manía de pasear á la gente por el mar! Me ha hecho sufrir un verdadero interrogatorio á propósito de Jacobo de Freneuse... ¡Bah! ¿Para qué? Eso quisiera yo saber.

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