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Actualizado: 28 de junio de 2025
Pero ¿qué es esto... qué pasa? por caridad... señora... por compasión, Ana... no ve usted que tiemblo como una vara verde.... Yo no soy un juguete.... ¿Qué pasa... qué debo temer...? Ayer ese hombre estaba borracho... él y otros pasaron delante de mi casa... a las tres de la madrugada.... Orgaz le llamaba a gritos: «¡Álvaro! ¡Álvaro! aquí vive... tu rival... eso decía, tu rival...» ¡la calumnia ha llegado hasta ahí!...
Tened piedad de mí, Dios mío; tiemblo por lo que he de sufrir yo y por lo que habrán también de sufrir mis hijos Alfonso y Cesarina y mi buena amiga madame Paradis que necesita de mí en estos momentos. Valor y prudencia.
Sin embargo, han pasado doce años desde que la vi la primera vez, y aún no he podido olvidar su primera mirada. Me sonrío con ella como se sonríe a un hermano querido. Me dio paz con su mirada en el alma. Han caído dos lágrimas sobre el papel. Siempre que las lágrimas asoman a mis ojos tiemblo de miedo.
Tiemblo sólo de pensar que puedo ver á las mismas personas que he encontrado tantas veces en los salones, y me será preciso explicarles mi conducta, sufrir sus miradas irónicas, sus palabras de falsa lástima. Calló, para añadir poco después con admiración: Elena es más valiente. Esta mañana, después de leer los periódicos, pidió el automóvil para ir no sé dónde. Debe estar haciendo visitas.
Si yo no hubiese vivido nunca, lo que amo viviria todavia; si no hubiera amado nunca, lo que amo aun conservaria la hermosura, la felicidad y el don de poder hacer dichosos. ?Que se ha hecho la victima de mis maldades?... Un objeto en el cual no me atrevo a pensar... Nada quizas... De aqui a algunas horas habre salido de mis dudas... Sin embargo tiemblo al ver llegar el momento deseado... Hasta ahora jamas me ha hecho temblar el acercarse un espiritu bueno o uno malo... Me estremezco... Siento un peso de hielo sobre mi corazon.
Mis ojos le veian en un tiempo feliz, yo no sé donde; pero siempre encontrarle ellos sabian... ¡Hoy no le encuentro ya! ¿Dónde se esconde? Suave el dorado virginal cabello, puros y azules los rasgados ojos, blanca la tez, enrojecido el labio, lánguido el talle. ¡Cuántas bellezas por mi mal nacidas! ¡Cuántos tesoros, para mí vedados! Tiemblo, mujer, al recordarte ausente, tiemblo y suspiro.
Mi gozo sería verla casada con un hombre bueno, pero ella no quiere separarse de mí. Le atrae la iglesia, y éste es mi miedo. No lo extrañes, Tomasa; yo, príncipe de la Iglesia, tiemblo al ver cómo se entrega a la devoción, y hago cuanto puedo por desviarla. Me gusta la mujer religiosa, no la devota que sólo se encuentra bien en la iglesia. La mujer debe vivir, debe gozar y ser madre.
JIMENA. ¡El es, por Dios! ¡Y dudabas de su fe! LEONOR. ¡Jimena! JIMENA. Te estorbaré... solos os dejo a los dos. LEONOR y MANRIQUE, rebozado LEONOR. ¡Manrique! ¿Eres tú? MANRIQUE. Yo, sí... No tembléis. LEONOR. No tiemblo yo; mas si alguno entrar te vio... MANRIQUE. Nadie. LEONOR. ¿Qué buscas aquí? ¿Qué buscas?... ¡Ah!... Por piedad... MANRIQUE. ¿Os pesa de mi venida?
Y lo decía con una expresión muy ingenua, había algo como una gracia en su maldad, algo imposible de describir; yo tuve un vértigo y rompí los pasajes echándolos a sus pies. Sentía su hermosura envolverme como una llamarada. ¿Sabes dónde está ella, en este momento?... Si yo quisiera... ¿Ves cómo tiemblo?
Su amante le dijo con simpática voz: «¡cuánto tenemos que hablar!» y a ella le entró una risa convulsiva, que difícilmente podía expresarse: «Ji ji ji... ¡tres años!... no, más años, más porque ji ji ji... ¿Ves cómo tiemblo?
Palabra del Dia
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