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No, vos no dijo alentando apenas la duquesa ; decid á la señora condesa de Lemos que entre. Poco después entró una joven como de veinticuatro años, hermosa, viva, morena, ricamente vestida, y sobremanera esbelta y gentil. A la primera mirada comprendió que sucedía algo terrible á la duquesa. ¿Qué es esto, señora? la dijo ; estáis pálida, mortal, tembláis... ¿qué os ha sucedido?

Veo aun la luz del crepúsculo iluminando fantásticamente el ensangrentado cadáver: el silencio que reina en torno suyo me turba y me confunde. ¡Bandidos miserables! ¡raza inicua de hombres corrompidos á quienes no espanta verter la sangre humana para satisfacer vuestros deseos! ¿cómo no temblais ante vuestra propia obra?

Inés, Asunción, Presentación... ese altar destrozado, esos vestidos por el suelo... Niñas, ¿por qué estáis tan sofocadas, por qué tenéis tan encendido el rostro?... Tembláis... Vamos a ver; Sr. D. Paco, ¿qué ha pasado aquí?... ¿Pero qué veo?

LEONOR. No, Manrique, por mi vida. ¿Me buscáis a , es verdad? , ... yo apenas pudiera tanta ventura creer. ¿Lo ves? Lloro de placer. MANRIQUE. ¿Quién, perjura, te creyera! LEONOR. ¿Perjura? MANRIQUE. Mil veces, ... Mas no pienses que insensato a obligar a un pecho ingrato, a implorarte vine aquí. No vengo lleno de amor cual un tiempo... LEONOR. ¡Desdichada! MANRIQUE. ¿Tembláis?

No me atrevo a comprenderos, señor respondió el aya . Un favor, un honor semejante para una pobre sirvienta... Me habéis comprendido, Marta. Pues bien, hablaré claramente. ¿Queréis ser mi mujer y compartir mi fortuna? Dadme la mano y no agreguemos nada más. Marta puso su mano en la suya. Estáis conmovida, tembláis exclamó alegremente Mathys . Es natural, yo mismo tiemblo de alegría.

; donde se enamoran, donde enloquecen, como si no hubiera en el mundo más hombre que él, ni más mujer que ella; ¡oh! tembláis de cólera y de celos; yo también tiemblo de celos y de desesperación; mirad, mis ojos arrojan fuego, mi aliento silba, mi cabeza se pierde... porque la amo... la amo... y quiero... quiero venganza. Doña Clara no le escuchaba. Buscaba apresuradamente un objeto.

Si conservais alientos Y sangre en vuestras venas, El aire que os circunda De fuego llenaré, Y la dorada copa Que el entusiasmo inspira, Al silvo de las balas Tranquilo os brindaré. Mas si temblais cobardes, En vez de altivos cantos Viriles maldiciones Levantará mi voz; Y en vez de alzar la copa Del génio de la patria, Os lanzaré mi lira Con ímpetu feroz.

Eso no basta, porque él se imagina que lo amáis. ¡Qué insolente! interrumpió el aya . ¡Amar a ese monstruo! Así que lo veo, mi corazón se oprime, y la indignación me embarga. Ya lo , tendréis que fingir lo contrario y si os obliga a semejante confesión decidle claramente que lo amáis. ¿Os espanta esta idea? ¿Tembláis como una caña? ¿Es tan grande la adversión que os inspira Mathys?...