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Actualizado: 11 de junio de 2025
Con unas tenazas van sacando los recortes del horno: los ponen en un molde de otra máquina que tiene un mortero de aplastar, y del golpe del mortero ya salen los recortes con figura, y se le ve al tenedor la punta larga y estrecha. Otra máquina más fina lo recorta mejor. Otra le marca los dientes, pero no sueltos ya, como están en el tenedor acabado, sino sujetos todavía.
La institutriz parecía absorta y abismada en sus pensamientos, porque no apartaba la vista del frasco de mostaza que delante de sí tenía y dejaba pasar largos intervalos sin mover el tenedor que apretaba entre sus dedos. Los lamentos de la niña eran prolongados y se repetían sin cesar y sin debilitarse.
Antonio se rió y solamente dijo: ¡Ah! Mañana te lo presentaré. Nos apeamos de nuestras caballerías en un amplio portal, y después de las presentaciones del tenedor de libros y otros dependientes de la hacienda, en el "purgar", o sea oficina principal, subimos a tomar una ligerísima cena, para arrojarnos en seguida en los codiciados brazos de Morfeo.
Hombre, ya será algo menos dijo Montenegro mirando fijamente a su amigo. Había dejado caer el tenedor, y una nubecilla roja pasó por su frente. Pero este gesto hostil sólo duró un instante. ¡Bah! añadió sí que estás loco, y más lo está el que te haga caso. Rafael rompió a llorar.
Torres, muy afectado por la dolencia de su amigo, expresó la esperanza de que no fuera cosa grave... El tenedor de libros de Mompous había tenido un ataque semejante, a la vista. «Nada; que estando un día escribiendo, se quedó ciego... Creyeron al principio que era gota serena; pero con diez días de venda y algunas medicinas se puso bueno, aunque siempre delicado.
Picando con el tenedor en el plato, para coger los garbanzos uno a uno, la señora de Jáuregui se decía lo siguiente: «Te veo venir... buena pieza. Ya sé yo las brisas que tú quieres. Después de zarandearte aquí, quieres zarandearte allá, porque se te va el amigo... Sí, lo sé por Casta. Los señores de la Plazuela de Pontejos se marchan mañana.
¡Recuerdo, recuerdo...! exclamo; pero ya la sombra del excelente don Amaranto se ha desvanecido, al hombro el tenedor de peltre, emblema del ascetismo de las casas de huéspedes. Sí; recuerdo que.... En rigor, ¿qué importa describir o pintar? ¿Qué importa obtener una visión de dos o de tres dimensiones?
Todos contestaban con un «¡oh!» de protesta, mientras se acomodaban la servilleta en el pescuezo. Ya sabían que la dueña de la casa arreglaba bien las cosas. Y empuñaban el tenedor, como diciendo: «¡Venga de ahí, que estamos a todo!» No fue malo el desfile de platos organizado por Visanteta. Era la cocina indígena, con todo su esplendor de las fiestas tradicionales.
Tristeza tan profunda dominaba al buen tenedor de libros, que con el peso de ella parecía habérsele aumentado la cuenta de los años, extremando su vejez. Casi todo el día lo pasaba fuera de su casa, y cuando entraba en ella anunciábase con suspiros. Había perdido el apetito, dormía muy mal y tenía los sueños más raros del mundo.
Una noche, después de una cena en un baile, acompañé a una señora que no había tenido inactivo el tenedor, a su asiento, donde se acomodó con voluptuosidad, saboreando una exquisita taza de café. «¿Se encuentra usted bien, señora? Perfectamente; ¡para eso pelearon nuestros padres!». La república es bogotana pura.
Palabra del Dia
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