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Actualizado: 4 de julio de 2025
Traed un martillo. Alguien fué por el martillo. ¡Eh, vosotros! volvió a gritar Tristán ; os advierto que estamos armados, que somos dueños de la Santa Bárbara, y que hay tres toneles de pólvora. No os atacamos porque no queremos hacer una matanza inútil; pero tened en cuenta que podemos hacer saltar el barco. La amenaza hizo su efecto.
Palabra empeñada y cuestión de honra son cosa sagrada, dijo Reno desenvainando el acero. La luz de la luna basta para vernos el bulto y estos dos mozos servirán de testigos. Cuestión de honra, compañeros. ¿Qué decís? exclamó Roger. ¿Qué cuestión de honra puede inducir á dos amigos como vosotros á matarse á sangre fría? ¡Tened!
Pero no me dijo de qué modo; ¡no me lo ha dicho nunca! ni yo he podido adivinarlo; pero continuemos. El tío me llevó al convento de las Descalzas Reales, tocó al torno, y dijo: Madre tornera, tened la bondad de decir á Dorotea que aquí estoy yo con otro caballero. Entramos en el locutorio. Vos tardásteis.
¡Apresad al monstruo! gritó Santiago retrocediendo con su escudo viviente , es el condenado, apresadle... Vade retro, Satanas... ¡Santiago, San José, tened piedad de nosotros! Pero, teniente... si esto no es... más que un buey ¡por la Virgen! un excelente buey que se mueve. ¡Con siete balas en el cuerpo! Y la luz que se trajo de la cámara, permitió comprobar la exactitud de este curioso boletín.
Tened, bellas sabinas, la bondad de elegir entre vosotras una parlam... CLEOPATRA. No os molestéis en repetirlo: hemos oído vuestro genial proyecto. ESCIPIÓN. ¿De veras? Y, no obstante, hemos hablado quedísimo. VOCES FEMENINAS. ¡Os hemos oído, sin embargo! CLEOPATRA. Id, con vuestra rodilla blanca, a vuestro puesto, y esperad. Nosotras vamos a deliberar... ¡Más lejos! ¡Os lo ruego!
Colocad a la loca en un rincón y cuando hayáis conversado con vuestra amiga, volveos al jardín; pero tened cuidado de no perder de vista a Elena ni un solo instante. Ni un instante, señora. ¿De modo que no sabéis dónde está el intendente? No, señora, se marchó corriendo en cuando sintió vuestra voz abajo. ¡Qué cobarde! se habrá ido a esconder, pero lo encontraré.
Pero tened en cuenta que amo mucho á doña Clara Soldevilla, y que llevo vuestra palabra de que Quevedo no será preso. Y saludando al duque salió. El duque salió acompañándola y murmurando: Ese Quevedo debe de ser brujo.
Después alzó el puño en dirección de su verdugo, y rugió: ¡Te conozco, maldito cerdo gascón, y algún día la pagarás! ¡Malhaya el en que dejaste tu pocilga de Rochecourt para pisar la tierra inglesa! ¡Así te vea yo descuartizado y muertos de hambre á tu mujer y á tus hijos! Tened la lengua, buen hombre, dijo Roger; aunque cobarde fué el golpe y capaz de encender en ira al más humilde.
-No haya más -dijo Dorotea-: corred, Sancho, y besad la mano a vuestro señor, y pedilde perdón, y de aquí adelante andad más atentado en vuestras alabanzas y vituperios, y no digáis mal de aquesa señora Tobosa, a quien yo no conozco si no es para servilla, y tened confianza en Dios, que no os ha de faltar un estado donde viváis como un príncipe.
Es mi mejor amigo.» El italiano replicó gruñendo: «Me ha estado haciendo preguntas de importancia toda la noche, y le he tenido que mentir.» De nuevo Blair se rió, murmurando: «No es la primera vez que habéis tenido que cometer ese pecado.» «No, replicó el otro en voz baja, con la intención de que yo no lo oyera, pero, si me presentáis a vuestros amigos, tened cuidado de que no sean tan astutos o tan inquisitivos como este Greenwood.
Palabra del Dia
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